Cada vez que honramos esta unidad espiritual con Dios, por medio del Cristo, como Jesús vino a mostrarnos, encontramos continua quietud en nuestro corazón. Este es el obsequio sanador que no depende de las circunstancias externas, sino que puede sentirse dentro de uno mismo, al instante.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!