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Para jóvenes

Ni “olor de fuego”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 3 de febrero de 2020


Estaba en el campamento jugando a capturar la bandera, cuando me caí y me lastimé la rodilla. No podía caminar. Estaba aterrada; jamás me había ocurrido algo así. Nunca antes había tenido que apoyarme en la Ciencia Cristiana por algo tan “importante”. 

Mi hermano me ayudó mucho y me dio un artículo del Christian Science Journal (Marzo de 1928). Se llamaba “ ‘Nor the smell of fire’” (Ni el olor de fuego) por Vera E. Barndollar, y leerlo me reconfortó mucho. El artículo habla sobre la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego en la Biblia, y que salieron completamente ilesos, sin siquiera tener olor a fuego, después de haber sido arrojados al horno ardiendo. La autora señala que el “olor de fuego” puede verse como la creencia de que nos ocurrió algo horrible, y que la comprensión de la presencia y el poder de Dios ayuda a eliminar toda creencia persistente de que hemos pasado por algo difícil o doloroso.

El artículo me ayudó a darme cuenta de que, al aceptar esta lesión, estaba aceptando la sugestión de que por un momento en particular había estado fuera de la protección de Dios. Saber que Dios y yo somos uno, y que jamás había estado separada de Él ni por un momento, quería decir que no tenía que tratar de sanar los efectos de una lesión. En realidad, no había ninguna lesión que sanar, puesto que no había ocurrido nada malo. ¡No había “olor de fuego”! 

Estuve orando con esta idea toda la semana, y fui mejorando constantemente al punto de que pude participar totalmente una vez más en las actividades del campamento. Esto fue genial, hasta que volví a caerme sobre la rodilla, y parecía que todo el trabajo de oración que había hecho la semana anterior había desaparecido instantáneamente.

Me sentía más frustrada aún, porque temprano esa mañana en la Escuela Dominical me había sentido muy contenta por el gran progreso que había hecho. Estaba hablando con mi hermana menor acerca de lo decepcionada que me sentía, cuando ella compartió conmigo la historia del libro del Génesis sobre la lucha de Jacob con el ángel. Al amanecer el ángel declara: “Déjame, porque raya el alba”. Y Jacob le responde: “No te dejaré, si no me bendices” (Génesis 32:26).  

Al pensar en esta historia, me di cuenta de que era tal mi deseo de acabar con este problema en la rodilla, que no me había detenido a considerar las bendiciones que todas mis oraciones y mi “lucha” me habían traído. Pude ver que esas bendiciones incluían la oportunidad de ahondar más en lo que había estado aprendiendo en la Escuela Dominical, y ser testigo de lo eficaz que es realmente el poder sanador del Amor divino. Mi frustración se evaporó, y continué orando y sintiéndome agradecida por lo que estaba comprendiendo a través de mis oraciones. 

En menos de una semana, podía caminar libremente y disfrutar de todas mis actividades normales, incluso del baile en línea en el cual no había estado segura de poder participar nuevamente. Las cosas estaban mejorando, y me fui de ese campamento para asistir a un campamento de deportes y danza. Me sentía muy entusiasmada, especialmente porque había estado preocupada de que esa lesión en la rodilla pudiera interferir con mi capacidad para bailar.

Todo iba bien hasta que una tarde, estaba haciendo un giro y me caí sobre la misma rodilla. Me sentí tremendamente irritada al pensar que todo el trabajo de oración que había estado haciendo, una vez más, hubiera desaparecido en un instante. Me fui del ensayo de danza caminando con mucha dificultad y esforzándome por saber qué hacer. Repasé todas las ideas que me habían ayudado antes, pero no tenía ninguna inspiración y estaba como atascada en el problema. 

Al hojear la Biblia, así como Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras y otros escritos de Mary Baker Eddy, en busca de algo que me pudiera ayudar, me encontré con esta pregunta a la que la Sra. Eddy responde en el libro La unidad del bien: “¿Tiene realidad cosa alguna que se percibe mediante los sentidos físicos?”. Comencé a leer la respuesta de la Sra. Eddy y me quedé pasmada al leer la primera frase: “Todo es tan real como lo hagáis y no más” (pág. 8). 

¡Al instante, me di cuenta de mi error! Estaba aceptando que esa lesión en la rodilla era real debido a lo que los cinco sentidos físicos me estaban diciendo. Me decían que había tenido una lesión y que yo debía sentir sus efectos (el “olor de fuego”). Comprendí que rehusarme aceptar lo que los sentidos físicos me estaban diciendo —debido a que no estaba basado en Dios, y por lo tanto debía ser falso— era la clave para la curación. 

Cuando finalmente dije que “no” a lo que la rodilla me estaba diciendo y acepté que había estado siempre a salvo bajo el cuidado de Dios, todo el dolor desapareció y no regresó. A pesar de haber luchado con este problema tres veces, ahora puedo caminar y bailar con libertad, y saber que jamás fui tocada por ninguna sugestión de accidente.

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