Era una mañana hermosa y soleada cuando fui a desayunar con unos amigos a un restaurante en un pueblo vecino.
Poco después de llegar al lugar, la conversación derivó hacia la política. Al poco rato, mis amigos y yo estábamos envueltos en una acalorada discusión. Algunos de ellos comenzaron a gritar y a usar un lenguaje ofensivo para dar a entender su punto de vista; y expresaron muy poca tolerancia hacia otras opiniones. Aunque eran personas que conocía y con las que había trabajado durante muchos años, y sabía que eran sinceras, su agresividad me desconcertó. De hecho, estaba tan avergonzado por el tono de la conversación que consideré levantarme e irme.
Las discusiones sobre la política actualmente pueden ser muy duras, por decir lo menos. En algunos casos, han provocado violencia entre quienes tienen opiniones diferentes sobre una variedad de temas, incluida la forma en que ciertas decisiones del gobierno afectarán a las personas social o económicamente. Con demasiada frecuencia, tendemos a optar por un lado en particular de un debate y después nos sentimos frustrados o decepcionados cuando el otro lado gana.
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