Durante muchos años luché con la depresión suicida, intensa ansiedad y baja autoestima. Ansiaba comprender quién era yo. De niña, asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero luchaba con preguntas como estas: “¿Por qué me hizo Dios como soy?” “¿Quién me ama realmente?” “¿Quién me presta atención y a quién le importa que esté ocupando un espacio?”
Tenía muchas preguntas, pero me costaba aceptar totalmente lo que había aprendido en la Ciencia Cristiana, porque la mayor parte de lo que había leído en la Biblia y en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, era acerca de Dios. No quería saber más sobre Dios. Quería saber acerca de mi propia identidad, y esto parecía estar completamente desconectado de lo que había escuchado siendo niña acerca de que Dios nos creó a todos: que somos buenos y Él nos ama.
A menudo tenía crisis en las que entraba en una espiral de llanto y me sentía profundamente infeliz. Con frecuencia, esto me llevaba a enviar mensajes de texto a algún amigo, buscando confirmación. Era vergonzoso preguntar a mis amigos qué pensaban de mí, y de todos modos nunca creía realmente en sus amables palabras. En lugar de encontrar aliento, salía de estos intercambios sintiéndome aún más inquieta e infeliz.
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