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Los avances siempre son posibles

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de septiembre de 2021


Parecía imposible. Durante las prácticas, los remeros de aguas bravas más experimentados no pudieron navegar por el rápido más grande del recorrido de competición del río. Convencidos de que no se podía recorrer, y sintiéndose molestos y justificados, planearon ir a ver a los arquitectos del recorrido para exigir cambios.

Fue entonces que, un joven en la categoría junior, enfrentando el curso con confianza y concentración, atravesó el recorrido rápido y limpiamente, sin tocar una sola puerta, incluso en el rápido más difícil del curso. De repente, lo que parecía inverosímil, incluso imposible, fue posible. Los remeros de élite aceptaron esto con “humildad”, y se plantearon una nueva serie de expectativas. Efectivamente, otros pudieron recorrer todo el curso con una fortaleza y gracia renovadas que antes no habían podido imaginar.

Se celebran avances de todo tipo. Los atletas están continuamente rompiendo récords, se hacen nuevos inventos y descubrimientos cada año, y se celebran conferencias en todo el mundo para compartir nuevas formas de resolver viejos problemas. El orgullo, el miedo, la duda y la falsa estimación de nuestras limitaciones se dejan de lado en previsión del gran bien que es posible. 

Hoy, tal vez nos encontremos a punto de avanzar en muchas áreas de la vida, con muchos problemas avecinándose y la creciente preocupación respecto a si tenemos lo que se requiere para abrirnos paso y encontrar nuevas soluciones. No obstante, los pensamientos temerosos de lo que puede describirse como “la inevitabilidad” del deterioro y la destrucción —además de que la enfermedad se produce sutil y silenciosamente, y luego surge de pronto— pueden revertirse. 

Esto puede parecer mucho para asimilar. Sin embargo, comprender la naturaleza ilusoria del deterioro, la destrucción y la enfermedad, así como la permanencia y continuidad de Dios como Luz o Verdad, hace progresar el pensamiento y la acción, más allá de la forma de pensar limitada hacia caminos armoniosos, pacíficos y productivos. A diferencia del pensamiento obstinado o meramente positivo, las soluciones basadas en la verdad espiritual perduran.

Para romper con las afirmaciones agresivas o presumiblemente imposibles, comenzamos con una premisa que es más grande que el problema: la Verdad divina y la ley de la armonía son la única causa. La Verdad es Dios, y es eterna, la única sustancia e inteligencia.  

Mary Baker Eddy, una reformadora y la Descubridora de la Ciencia del cristianismo, explica que Cristo Jesús comprendía el poder de la Verdad para vencer toda discordancia, y que esto le permitió reclamar su dominio sobre todo tipo de discordia. Ella escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Nada sino el poder de la Verdad puede evitar el temor al error y comprobar el dominio del hombre sobre el error” (pág. 380).

El poder de Dios es omnipotente. Quedémonos con esta idea por un tiempo. Dios es bueno, es todo amor. Dios no es variable y no asume el carácter de un mortal, a veces enojado, polarizador o cambiante. Dios es el primer y único Principio, el origen de toda vida, verdad e inteligencia. El hombre (genéricamente hablando) es creado a imagen de Dios, por lo tanto, refleja Su poder. El poder de Dios es la Verdad espiritual, que actúa como alterante, neutralizando el veneno del caos y el deterioro con el bálsamo de la paz y la fortaleza de Dios. Puesto que Dios es sólo bueno y la fuente de vida para todos, y como estamos hechos a Su imagen, podemos reclamar nuestro dominio sobre cualquier tipo de discordancia.

El poder de la Verdad funciona como la luz, disipando la oscuridad de la limitación y la destrucción, y revelando lo que es real, sustancial y duradero. Ciencia y Salud explica: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261).

Insistir mentalmente en que la armonía es un hecho es una postura firme a la que la condición humana cede, dejando que todo lo que parezca caótico se disuelva como un sueño. Esta idea se puede aplicar a cualquier sugestión de amenaza de que el mal o el error puedan convertirse en un completo desastre. Estas sugestiones son provocadas por el miedo, que pretende consumir a todos los que lo aceptan.

¿Cómo podemos superar el temor? Ciertamente no reaccionando o siendo gobernados por él, dándole así poder y haciéndolo parecer más real e imponente. Para romper el miedo a las fuerzas aparentemente incontrolables, volvemos a nuestra premisa: la Verdad divina es el único poder. Al comprender esto, podemos reclamar con confianza y centrarnos en el dominio que Dios nos ha dado.

En la medida en que comprendemos la omnipotencia de Dios, ganamos confianza en el bien. Nos resulta más fácil consentir la posibilidad de que se manifieste todo el bien. Mirando directamente a lo que pretendería ser caos, trastorno o deterioro, podemos ver más allá de su engaño y fanfarronería para encontrar la verdad de la creación de Dios. Las creaciones de Dios incluyen paz, salud y bondad. Estas son sostenidas por Él, y dan vida y afirman la vida. Esta es la línea de base de lo que es real.

¿Cómo explica eso la arrolladora naturaleza de la política explosiva, los incendios forestales incontrolables y el contagio devastador? Al igual que un error en matemáticas que necesita corregirse aplicando la regla apropiada, estas creencias temerosas descontroladas necesitan ser corregidas por lo que es verdadero. El miedo no es causativo. Sólo existe una causa, un poder, y ese es Dios, el bien. El temor a la destrucción incontrolada se invierte dejando que la voz callada y suave de Dios —incluso una verdad simple pero poderosa— llene la consciencia hasta que veamos que la situación humana se ajusta a los hechos divinos. Cualquiera que sea la condición humana, “Ningún poder puede resistir el Amor divino” (Ciencia y Salud, pág. 224).

Comprobé esto cuando trabajaba en una escuela y estalló una pelea. La misma rápidamente se convirtió en un gran enfrentamiento que involucró a muchos estudiantes, y los maestros recibieron instrucciones de mantener a los otros estudiantes en sus aulas. Desde el aula donde estaba asistiendo, pude ver el alboroto afuera: los medios de comunicación y la policía corrían para informar y restaurar la paz, respectivamente. No cedí al temor a la creciente violencia, sino que mantuve firmemente en mi propio pensamiento el hecho de que el gobierno de la armonía de Dios estaba presente justo donde se estaba desarrollando el caos. Todo se sofocó rápidamente. De hecho, fue tan rápido, que pareció casi sorprendente. Este era el Amor divino en acción. La paz rompió el miedo y se restableció la calma.

Este pequeño incidente demostró un principio que puede probarse en cualquier condición de temor y limitación. Podemos desactivar el impacto del mal y de todo lo que trataría de destruir lo que es correcto, y afirmar la vida al “[mantener el] pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero…”. La armonía es nuestro punto de partida de lo que es real. El caos no lo es. Insistir mentalmente en este hecho nos lleva a la armonía y la plenitud. Dar nuestro consentimiento a la posibilidad del bien lo hace posible en nuestra experiencia. Esto es un gran avance. Y nos despierta para que veamos que podemos avanzar con sorprendentes y nuevas soluciones, y con más fortaleza y gracia de lo que tal vez jamás hubiéramos pensado posible.

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