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Para jóvenes

Debajo del agua

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 24 de octubre de 2022


1, 2, 3, 1, 2, 3.

El ritmo de mi respiración en la piscina debería haberme llenado de alegría, en cambio, mientras realizaba la serie de vueltas más duras hasta el momento, lo único que sentía era rabia.

Nadaba desde que tenía memoria. Me encantaban tanto el deporte y las prácticas, que había comenzado a participar competitivamente. Todos los días estaba en la piscina, en ocasiones dos veces al día, y con las competiciones los fines de semana, mi tiempo libre se estaba volviendo muy limitado. 

Al principio, me sentía bien cuando me llamaban nadadora. Pero cuando me convertí en adolescente, comencé a perderme en la identidad del nadador. Me preguntaba quién más era, fuera del deporte, y cómo conectar todos mis otros intereses. No sabía cómo encajaban todas las piezas de mi vida.

No obstante, continuaba practicando natación y pensaba que lo disfrutaba. Me clasifiqué para algunas competiciones de clubes de alto nivel y fui a las nacionales con el equipo de mi bachillerato. Pero algo no parecía correcto. Mi rendimiento tenía altibajos, y me sentía descontenta y decepcionada, enojándome conmigo misma fuera del agua. 

Lo extraño era que, aunque esos sentimientos negativos venían de la natación, también me sentía mejor cuando la practicaba. La natación se transformó tanto en mi enemiga como en mi amiga, y aunque me daba cuenta de que esto no era saludable, pensaba que el problema de alguna manera se resolvería por su cuenta.

Después de haberme sentido así durante años, algo cambió cuando fui a la universidad en los Estados Unidos y comencé a nadar en el equipo universitario allí. Asistía a una universidad para Científicos Cristianos, y mientras me rodeaba de amigos de todo el mundo que consideraban la natación desde una perspectiva diferente, comencé a entender que podía repensar el enfoque que tenía de mi deporte. 

Durante mucho tiempo, había pensado que mis momentos en la piscina y cuánto estaba mejorando eran lo que me hacían quien soy. Pero estar cerca de estos nuevos amigos me ayudó a comenzar a ver que estas cosas realmente no me definen, y el deporte de la natación tampoco. Debido a que la natación es un deporte individual, pensaba que todo dependía de mí. Pero mis compañeros de equipo me ayudaron a comprender que hay mucho más que mi pequeño mundo infeliz.

Una cosa que cambió mi forma de pensar sucedió hacia el final de mi primer año cuando un miembro del equipo me decía antes de cada carrera: “Simplemente está presente”. Allí mismo, detrás del punto de salida, mientras me preparaba mentalmente, él se acercaba sigilosamente y susurraba esas palabras para que no pudiera olvidarlas. Esto realmente tenía un efecto en mí y creaba una pequeña pausa, un momento en el que podía reconocer que el bien estaba allí porque Dios estaba allí. 

Quería sentir más de eso, y algo dentro de mí me decía que así era como se suponía que debían ser las cosas. Pero ¿cómo podría sentirme así de manera regular? Había orado sobre mis carreras antes, pero ahora me comprometí seriamente a orar acerca de toda mi relación con mi deporte, apoyándome en las ideas que había aprendido en la Ciencia Cristiana.

Dos cosas realmente me ayudaron. La primera fueron dos líneas de un poema de Mary Baker Eddy: “Gentil presencia, gozo, paz, poder, / divina Vida, Tuyo todo es” (Escritos Misceláneos, pág. 389). Para mí, la presencia de Dios significa la presencia del bien. Y saber esto me ayuda a reconocer que puedo estar consciente del bien y también sentir la fortaleza del poder de Dios respaldándome. “Tuyo todo es” me recuerda la necesidad de cambiar mi enfoque de los momentos en que estaba entrando en mis carreras a lo que Dios estaba haciendo en el momento.

También oraba con la idea de lo que significa estar “presentes al Señor” (2 Corintios 5:8). Este versículo me ayudó a darme cuenta de que en realidad era uno con Dios, por lo que no tenía que sentirme ansiosa o enojada; en cambio, podía sentir el consuelo de Dios antes de mi carrera y en la piscina.

Trabajé con estas ideas, orando con ellas durante dos años. Con este trabajo comenzó a manifestarse el bien en todos los aspectos de mi vida. Sentí que me enamoraba nuevamente de mi deporte y expresaba sin esfuerzo todas las buenas cualidades espirituales que vienen de Dios. Esto a su vez fortaleció, expandió y espiritualizó mi sentido de identidad, y pude ver que todas estas cualidades se conectan con cada parte de mi vida, incluidos mis intereses fuera de la piscina. Encontré un sentido de plenitud al saber que soy espiritual, y que debido a que todas estas cualidades provienen de una fuente infinita, las tengo para expresarlas sin límite.

Ahora no solo sé de qué se trata realmente la natación, sino también quién soy.

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