Cuando me convertí en adolescente, comencé a sentir aversión contra la Escuela Dominical. Cuando era niña, me encantaba hacer varias actividades de la Ciencia Cristiana, incluso asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Pero ahora, me estaba volviendo excesivamente consciente de todas las veces en que nuestras charlas en clase se salían del tema o sentía que no había aprendido nada. Además, nunca estaba satisfecha con lo que pasaba en clase. Cuando solo leíamos de la Lección Bíblica semanal (que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), deseaba haber tenido una charla. Cuando teníamos una charla, deseaba haber leído la Lección. Estaba enceguecida por estas contradicciones y me centraba en lo negativo.
A medida que pasaba el tiempo, me sentía menos motivada para ir a la Escuela Dominical, y mi asistencia disminuyó. Incluso cuando el confinamiento debido a la pandemia hizo que mi iglesia cerrara por tiempo indeterminado, mi aversión por la Escuela Dominical solo creció a medida que continuaba reflexionando sobre todas las cosas que no me gustaban de ella.
Luego surgió la oportunidad de asistir a una versión en línea de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana auspiciada por otra iglesia. Me gustó y preferí muchos aspectos de ella en comparación con la experiencia en persona. Me encantaban las charlas profundas y la forma en que se trataba cada tema era algo que nunca había considerado desde la perspectiva de la Ciencia Cristiana. Sentí que no quería volver a mi rutina original de la Escuela Dominical, cuando esta clase nueva estaba funcionando tan bien para mí.
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