Hace unos años, experimentaba un fuerte dolor en la rodilla cada vez que caminaba. Usar un andador ayudaba un poco, pero era solo una ayuda temporal. Me di cuenta de que necesitaba orar por una solución duradera.
Varias ideas útiles me vinieron a la mente. Primero recordé la historia bíblica de Jacob, quien en una oportunidad necesitó desesperadamente la ayuda de Dios. Durante esa noche luchó con pensamientos preocupantes, pero las respuestas no llegaron fácil o rápidamente. Al fin, como resultado de su persistencia, vino a él un “ángel, un mensaje de la Verdad y el Amor” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 308), y le proporcionó el consuelo, la comprensión espiritual y la paz que buscaba.
He tenido curaciones instantáneas mediante la Ciencia Cristiana, pero en este caso me di cuenta de que necesitaba ser más como Jacob, y apegarme con fortaleza y determinación a lo que yo sabía que era espiritualmente verdadero: que, puesto que vivo, me muevo y tengo mi ser en Dios, el Espíritu, la materia y el dolor son errores, y verdaderamente no forman parte de mí. Fui creada a imagen y semejanza de Dios, espiritual y pura. Necesitaba orar para demostrar estas verdades espirituales.
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