Unos días antes de la Navidad de 2021, después de una transacción rápida en un centro comercial, empecé a cruzar por un paso de peatones, y lo siguiente que supe fue que estaba en el suelo. Había sido atropellada por un coche que circulaba lentamente. No tenía dolor, pero no podía levantarme, porque mi pie estaba debajo de una de las ruedas del auto. Me vino a la mente una declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, que me recordó que “los accidentes son desconocidos para Dios...” (pág. 424). Pero, pensé, ¡aquí estoy! Parecía desconcertante, pero decidí apegarme al “pensamiento de Dios”.
Era natural para mí saber que Dios estaba presente y que yo recibía Su cuidado. Entonces pensé en estas palabras: “Levántate de inmediato; estás bien”. Tiré con fuerza y saqué el pie de mi zapato, que permanecía debajo de la rueda, y me levanté.
Mucha gente se había acercado, y una mujer amablemente recuperó mi zapato y se quedó conmigo hasta que llegó la policía. Un paramédico me examinó el pie y el tobillo y me dijo que debía ir al hospital para que me hicieran una radiografía. Sin embargo, yo estaba dispuesta a apoyarme en la Ciencia Cristiana y ponerme en las manos de Dios. Telefoneé a mi esposo y le pedí que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para recibir un tratamiento mediante la oración. Rechacé más recomendaciones de que procurara atención médica y le aseguré al oficial de policía que podía llegar a mi automóvil y conducir a casa con seguridad.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!