“Es hora de espiritualizar el pensamiento”. Estas palabras tuvieron un impacto en mí cuando trabajaba en una complicada iniciativa profesional que afectaba a muchas personas. De inmediato dejé lo que estaba haciendo. Estas palabras ciertamente no eran el resultado de mis reflexiones profesionales, por lo que solo pude atribuirlas a Dios y a Su gracia enriquecedora. Con mucha calma y amor, me impulsaban suavemente a salir de la cinta caminadora mental que no me llevaba a ninguna parte. Para hacer esto, primero tuve que entender por qué necesitaba espiritualizar mi pensamiento, ver desde la perspectiva de Dios, del Espíritu. Encontré la respuesta al recurrir a lo que había aprendido en la Ciencia Cristiana.
El libro más útil en mi práctica y estudio continuos de la Ciencia Cristiana es la obra de Mary Baker Eddy Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, publicado por primera vez en 1875. En él, describe lo que exploró y probó cuando puso a Dios ante todo y luego aplicó las leyes divinas que estaba descubriendo en cada aspecto de la vida. Ella cuestionó el concepto de la sustancialidad de la materia, sin conocer los importantes avances que los físicos han hecho en ese sentido desde entonces.
A través de las curaciones de todo tipo que ella y otros experimentaron a través de la oración, la Sra. Eddy demostró que la perspectiva material sobre el origen y el curso de la enfermedad y la angustia no proporciona el informe verdadero sobre el estado de salud y bienestar de nadie. Los puntos de vista materiales, a su vez, dirigen el pensamiento hacia la limitación, el sufrimiento y el yo. No tienen en consideración a Dios como la fuente original y única de nuestro ser.
La Ciencia Cristiana muestra que la forma más pura de pensar tiene en consideración solo lo que Dios sabe. Este pensamiento espiritualizado deja atrás los puntos de vista limitantes y basados en la materia. Reconocer nuestra unidad con Dios, el Espíritu, es algo que podemos hacer en el silencio que acompaña a la oración, lo que permite que las ideas que Dios da en ese momento fluyan hacia el pensamiento. Cuando nuestro pensamiento se vuelve de la agitación emocional o las discordias corporales y se alinea con la presencia fuerte, tranquila e incuestionable de Dios, el Espíritu, se produce la curación.
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy incluye la espiritualización del pensamiento y la libertad que trae en su definición de resurrección: “Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de la inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material cediendo ante la comprensión espiritual” (pág. 593).
Fue esta espiritualización del pensamiento lo que Cristo Jesús experimentó en su resurrección después de ser crucificado y lo que liberó a sus seguidores de la parálisis del miedo causada por la crucifixión. Pudieron liberarse de su angustia, dolor y desesperación, y a través de la comprensión espiritual, confiar en su unidad con Dios. A partir de entonces, muchos de ellos proclamarían que Cristo Jesús era el Mesías prometido y lo confirmarían mediante la curación.
La vida y el ministerio de Jesús nos muestran que es posible conocer la verdad que nos hace libres. Él dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31), y nosotros seguimos en su palabra al ejercer nuestra capacidad siempre activa de espiritualizar el pensamiento, y así liberarnos de las limitaciones. Esto produce nuestra salvación y revela la libertad del hombre como la idea perfecta e indestructible de Dios.
¡Qué valiosa comprensión! Ese día, cuando cavilaba sobre la complicada situación profesional, valió la pena reemplazar la cinta caminadora mental con verdades espirituales buenas y puras. Sentí que la libertad se propagaba tranquilamente a través de mí. Pude ver toda la situación dentro del ser armonioso y ordenado de Dios, y así supe que las cosas estaban avanzando de la manera correcta. La solución finalmente se hizo evidente, y aún hoy la veo como el mejor resultado posible para todos los interesados.
En sus cartas a los miembros de la iglesia en Corinto, el apóstol Pablo, un seguidor de Jesús, muestra claramente que la salvación, la transformación y la liberación son posibles para todos. Planteó una pregunta a los cristianos de Corinto recién bautizados que también podemos hacernos nosotros de vez en cuando: “¿Miráis las cosas según la apariencia?” (2 Corintios 10:7). En otras palabras: ¿Estás mirando lo que se te presenta con los ojos o según las opiniones basadas en la existencia material; opiniones que te roban tu libertad?
Un poco antes, Pablo había fortalecido a los corintios al afirmar con confianza que “las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. El resultado de utilizar estas armas es “[derribar] argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y [llevar] cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4, 5).
Al reemplazar la palabra “armas” por “pensamientos”, podemos ver cómo los conceptos de complicación y angustia, así como de enfermedad y dolor que se basan en la materia, son destruidos. En Ciencia y Salud leemos: “Admitir que la enfermedad es una condición sobre la cual Dios no tiene control es suponer que el poder omnipotente es impotente en algunas ocasiones. La ley del Cristo, o la Verdad, hace todas las cosas posibles para el Espíritu; …” (págs. 182-183).
Esta ley liberadora y fortalecedora del Cristo, o la Verdad, ya está en operación y nos familiarizamos cada vez más con ella a medida que la continuamos explorando y practicando. Me gusta pensar en esto como el arte de espiritualizar el pensamiento. Podemos llevar a cabo esta actividad tanto para impedir que surjan circunstancias adversas como para sanar si estamos enfrentando actualmente una situación difícil, y podemos mejorar constantemente al hacerlo.
Estar absolutamente seguros del cuidado omnipotente de Dios y reconocer que cualquier condición discordante, por más complicada que sea, no tiene sustancia en nuestras vidas como ideas espirituales de Dios, lleva a la liberación y al progreso. En mi caso, espiritualizar el pensamiento me ayudó a salir de la oscuridad de cuestionar mi dilema profesional, y pude entonces reconocer pacíficamente la solución, en beneficio de todos. Espiritualizar el pensamiento nos permite a cada uno de nosotros experimentar una especie de resurrección individual mediante la cual podemos proclamar con alegría: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria” (Apocalipsis 19:6, 7).
