El relato bíblico del nacimiento de Cristo Jesús demuestra tanto el lugar especial que tienen los ángeles en nuestras vidas individuales como su impacto en el mundo. No podemos verlos, pero están presentes para guiarnos, abriendo el camino a la esperanza y a posibilidades ilimitadas que actualmente pueden estar invisibles. Los ángeles nos hablan a cada uno de nosotros no solo en Navidad, sino en todas las épocas. ¿Estamos escuchando?
La historia de la natividad contiene muchos ejemplos de estos visitantes divinos, que como explica la Ciencia Cristiana no son seres etéreos sino “pensamientos puros de Dios, alados con Verdad y Amor” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 298). El ángel Gabriel se le apareció a un sacerdote llamado Zacarías para asegurarle que él y su esposa, Elisabet, —a pesar de que ambos “eran ya de edad avanzada”— tendrían un hijo (véase Lucas 1:5-17). Este niño sería conocido más tarde como Juan el Bautista.
El mismo ángel le habló a María, prima de Elisabet, y le dijo que tendría un hijo que sería conocido como “Hijo del Altísimo”, aunque, como María le dijo al ángel, ella “[no conocía] varón” (véanse versículos 26-38). José, el hombre con el que María estaba comprometida, fue el siguiente en escuchar a un ángel, quien le aseguró que, aunque María estaba embarazada y el niño no era suyo, aún debía casarse con ella, “porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mateo 1:18-25).
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