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Lecciones de Bartimeo sobre cómo sanar problemas de mucho tiempo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 6 de julio de 2023


Cuando Jesús salió de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo estaba sentado mendigando al lado del camino. El Evangelio de Marcos dice: “Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (véase 10:46-52, LBLA). 

Jesús se detuvo y pidió que Bartimeo fuera a verlo. Bartimeo recibió el mensaje, y el relato continúa: “Y arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús”. Jesús le preguntó qué quería que hiciera por él, y Bartimeo respondió: “Raboní, que recobre la vista”. Entonces el relato concluye: “Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino”.

Esta curación representa la forma en que se resuelve un desafío persistente a través del poder sanador siempre en operación del Cristo, la Verdad. Quizá los problemas de mucho tiempo parecen convencernos de que de alguna manera nos hemos separado del Amor divino, no obstante, la inevitable curación de ellos revela nuestra intacta unidad con el Espíritu, Dios.  

¿Qué hizo Bartimeo específicamente? Con fe le pidió ayuda a Jesús; ejerció valor espiritual en lugar de desanimarse por el largo tiempo que presumiblemente había estado ciego. No escuchó las voces que decían que debía dejar de buscar curación; él desechó lo viejo y vino al Cristo, creyendo que podía y sería sanado. Y finalmente, después de su curación, siguió al Maestro “por el camino”, el camino que conduce a una comprensión más profunda de Dios, el Amor divino, y de nosotros como reflejo espiritual del Amor.

Las cualidades cristianas que Bartimeo ejemplificó son fundamentales para sanar de problemas prolongados en la actualidad.

Primero, Bartimeo tuvo la fe necesaria para pedir ayuda, en lugar de simplemente aceptar su condición y manejar la discapacidad. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe acerca de la fe como “un estado de crisálida del pensamiento humano” (pág. 297), mediante el cual comienza a tener lugar una transformación de la creencia material a la comprensión espiritual. Ella compara esta transformación del pensamiento con el proceso que experimenta una oruga cuando se convierte en mariposa. La fe mantiene la puerta abierta a la curación, es decir, a la demostración de la libertad que Dios nos ha dado. Se centra en la evidencia espiritual, en lugar de en la imagen física. Funciona de la misma manera que un capitán navega un barco en la niebla confiando en los instrumentos —una brújula, el GPS y el radar— en lugar de en la vista, para proporcionar una ruta de viaje segura. 

Con fe cambiamos de apoyarnos en nuestra perspectiva limitada a los instrumentos espirituales del estudio de la Ciencia Cristiana: la oración y escuchar la guía divina. Estos nos ayudan a navegar hacia la comprensión de nuestra integridad y nuestra inseparabilidad de Dios. 

Cuando luchamos con algo que ha sido persistente en sus pretensiones, para sanar es fundamental tener más de esa fe que mira más allá de la dificultad a fin de percibir la realidad espiritual intacta.

Bartimeo también tuvo el valor de seguir con su búsqueda de curación, incluso cuando muchas voces a su alrededor le decían que dejara de intentarlo. Esas voces podrían haber sido desalentadoras, pero no le impidieron pedir ayuda aún más fuertemente. Cuando la aparente longevidad de un problema nos hace sentir separados de Dios, podemos estar seguros de que nuestra unidad con nuestro creador está intacta, y que el Cristo la revela. Esto ciertamente puede requerir valor y persistencia en la oración, hasta que nuestra integridad espiritual intacta sea completamente evidente.

Hace unos años, durante un momento de cambio en mi vida, algunos desafíos que creía que habían quedado atrás se presentaron nuevamente. Después de muchos años de sentirme bien con mi posición y la dirección de mi vida, me sentí bastante inestable. Poco después de eso, se me pidió que sirviera como lector en mi iglesia filial. En lugar de no aceptar porque no estaba demostrando la Ciencia Cristiana de la manera que me hubiera gustado, acepté con humildad. Era una invitación a la que quería responder, aunque tuve que tener valor para superar la duda y aprovechar la oportunidad. Responder a ese llamado resultó en muchas bendiciones, incluida la resolución de todos los desafíos que habían aparecido nuevamente.

Ciencia y Salud afirma: “La Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado” (pág. 584). La mente humana quiere saber “¿cuánto tiempo tomará esto?”; mientras que la Mente divina, Dios, es consciente sólo de lo bueno que sucede, independientemente de los días del calendario, y reflejamos esa consciencia espiritual. Hay poder sanador en estar dispuesto a luchar hasta que el bien que está completamente intacto en el Espíritu se manifieste en nuestra vida diaria.  

Quizá Bartimeo fue ciego toda su vida. ¿Qué razón tenía para creer que la curación era posible? Ninguna, si su creencia se hubiera basado en el sentido material y el paso del tiempo. Pero debe de haber vislumbrado algo de su verdadera identidad espiritual, y estuvo dispuesto a buscar la curación basado en ese sentido espiritual. Su visión espiritual no tenía nada que ver con cuánto tiempo la ceguera había parecido ser parte de su identidad. Su confianza en Dios se extendió más allá de las limitaciones del tiempo y permitió que el Cristo revelara que el tiempo no es ni sanador ni destructor. 

Finalmente, Bartimeo dejó atrás la antigua y debilitada perspectiva basada en la materia; recurrió al Cristo, la verdadera idea de Dios; y recibió su vista, la visión espiritual que siempre había estado intacta. Una vez sanado, Bartimeo estuvo libre, y lo que hizo con esa recién adquirida libertad y vista fue seguir a Jesús en el camino del cristianismo. 

Cuando sanamos después de mucho tiempo, es natural tomar las bendiciones que hemos recibido a través del crecimiento espiritual y encontrar maneras de compartirlas con los demás. Nuestro discipulado es mejorado y fortalecido, y no hay nada que queramos más que seguir a Cristo y transmitir a otros el bien divino que, como hemos descubierto, es verdadero y está tan lleno de bendiciones.

El apóstol Pablo, quien enfrentó y superó tantos desafíos difíciles y arraigados, escribió: “Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2 Corintios 4:17, LBLA). En este momento presente, Dios nos permite buscar y encontrar la Verdad que trae curación, ya que esperamos que la armonía del Espíritu se revele plenamente.

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