Acababa de comenzar una nueva temporada de lucha libre. Uno de mis primeros torneos había ido bien, así que entré en el siguiente con gusto. Sin embargo, durante la segunda ronda de un combate, mi oponente empujó mi pulgar hacia abajo en la colchoneta, dislocándolo. Me dolió mucho, y empecé a llorar. Salí del torneo con mi mamá y mi papá, quienes me ayudaron a ponerme hielo en el pulgar. Mi mamá dijo que también podíamos orar.
Mientras estábamos en el auto, mi mamá me cantó un himno. Este himno significó mucho porque me trajo una sensación de calma, paz y seguridad. Pensé en la línea “Tiernas misericordias me sostienen” (Susan Booth Mack Snipes, Christian Science Hymnal: Hymns 430-603, N° 500, © In Our Field Productions), y fue reconfortante saber que Dios me estaba sosteniendo. Mi mamá y yo continuamos orando, y nos enfocamos en el cuidado de Dios por mí en lugar de en el dolor.
También había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que soy el reflejo de Dios. Una analogía que me recordó esto usa el sol como una representación simbólica de Dios. Por ser Su reflejo, soy como uno de los rayos del sol. Esto me ayudó a recordar que nunca puedo estar separado de Dios o de Su bondad.
Después de orar por un rato, pude usar mi pulgar nuevamente, pero no moverlo por completo. Aunque no me sentía cómodo volviendo a la lucha libre, pude continuar con mi deporte de primavera: béisbol. Y aunque mi pulgar me causó algunos problemas, no fue suficiente como para evitar que compitiera.
Mi mamá y yo seguimos orando con el Himno 500. Cuando sentía incomodidad o dolor, pensaba en una idea espiritual de mis oraciones y luego seguía adelante con mis actividades porque no quería centrar mi atención en la incomodidad. También descubrí más tarde que mi mamá había estado orando con la idea del perdón; que yo no necesitaba albergar ningún sentimiento negativo hacia el oponente que me había lastimado el pulgar y que también podíamos reconocerlo como hijo de Dios.
Mientras continuaba enfocándome en las ideas con las que oraba, no presté mucha atención al pulgar ni a ninguna molestia. Finalmente, me olvidé del incidente lo suficiente como para inscribirme en la lucha libre unos años más tarde. Fue solo cuando mi mamá me preguntó si mi pulgar estaba bien como para luchar que me di cuenta de que el dedo había sanado por completo. No he tenido problemas con eso desde entonces.
Esta experiencia me enseñó que la oración es eficaz incluso cuando estás enfocado en las ideas espirituales en lugar de en una necesidad específica. También aprendí que mantener tus pensamientos en Dios, el bien, trae curación.
