Al emerger gracias al estudio y la comprensión de la Ciencia Cristiana (véase “The gift of Christmas healing,” Journal, December 2005), tuve curaciones importantes mediante la ayuda en diferentes momentos de varios practicistas de la Ciencia Cristiana excelentes e inspirados. Uno era maestro de la Ciencia Cristiana e hizo mucho para ayudarme; pasábamos horas hablando de la Biblia y la espiritualidad. Sentí que él era “lo máximo” (“lo verdadero”).
Un día lo llamé y me dijeron: “Él no está aquí... ¡Lo siento, pero falleció!”.
Me quedé estupefacto. ¿Cómo pudo haber sucedido esto? ¿Por qué su oración aparentemente no logró restaurar su salud en este caso? ¿Qué le estaba pasando a este querido hombre ahora? Al principio me preocupé profundamente por el fallecimiento de mi amigo. Pero dentro mismo de la oscuridad mental me di cuenta de que no iba a obtener una respuesta tratando de resolverla desde un punto de referencia humano y material. Lo que necesitaba ver y sentir era la luz del amor, la vida y la ley de Dios. Necesitaba reconocer, afirmar radicalmente, y luego percibir la completa omnipresencia de la Vida divina.
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