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“Tú debes ser perfecto”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 2 de febrero de 2023


Jesús nos dijo: “Tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto” (Mateo 5:48, NTV). Pero... ¿perfección? ¿Es esto remotamente posible de alcanzar?

Cuando contemplamos el mundo de hoy y examinamos también nuestras propias vidas, las cosas pueden distar mucho de ser perfectas. No obstante, todos los días somos también conscientes de ejemplos de logros muy refinados. Abordamos aviones diseñados de acuerdo con las leyes de la aerodinámica con respecto a la elevación y el empuje. Conducimos sobre puentes diseñados y construidos de acuerdo con estrictos preceptos arquitectónicos. Mientras que —en otro aspecto de aspirar a normas elevadas— muchos se esfuerzan por expresar honestidad, justicia, sabiduría y cuidado genuino en las interacciones con los demás. Pero cualquiera sea el ámbito de la vida, es vital que la humanidad se esfuerce por alcanzar, y finalmente adopte, el único modelo verdadero y perfecto de pensamiento y acción: uno que fluye de la inteligencia siempre confiable que es el Principio divino, Dios. 

La Biblia nos muestra que Dios es la fuente y la base de toda perfección. Por ejemplo, el libro del Génesis establece que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, lo que significa que cada uno de nosotros está formado a partir de un modelo de completa perfección. Nuestra función es abrir nuestro pensamiento para comprender este hecho y aceptar cómo nos ha creado Dios: espiritualmente perfectos, buenos, inteligentes, íntegros y amorosos. Como Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribió en su obra Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Dios es el creador del hombre, y al permanecer perfecto el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto. El hombre es la expresión del ser de Dios” (pág. 470). 

Entonces, ¿qué debemos hacer con toda la imperfección que enfrentamos todos los días: cuerpos defectuosos, relaciones discordantes, proyectos disfuncionales, progreso estancado, etc.? Si suponemos que el modelo —Dios— es de hecho perfecto, pero que hay imperfección en lo que debería ser la expresión de ese modelo, entonces el problema debe estar en que percibimos y aceptamos un modelo diferente y defectuoso. 

Ciencia y Salud establece nuevamente la norma, la base correcta: “La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto e idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y la demostración” (pág. 259). Explica la importancia de usar la lente del sentido espiritual —descrito aquí como “comprensión a la manera de Cristo”— para ver nuestra experiencia con precisión. Al hacerlo, basamos nuestros pensamientos y acciones en la realidad confiable, perfecta y divina de la creación de Dios en oposición a una perspectiva o modelo material defectuoso. 

Cuando tocamos una nota musical equivocada, no creemos que la ciencia de la música haya cambiado. Confiamos en la constancia de los principios musicales y corregimos nuestra mala aplicación de ellos para tocar la pieza con precisión. En nuestra vida diaria, en lugar de detenernos en otros tipos de “notas equivocadas”, es útil dirigir nuestro pensamiento hacia lo que es verdaderamente perfecto —el Principio divino fundamental— y mantener el pensamiento centrado en esa realidad, que es la verdad de nuestra existencia.

Cristo Jesús fue el sanador más eficaz que el mundo haya visto jamás, porque percibió muy claramente la identidad del hombre como descendencia de Dios, la expresión espiritual del ser de Dios, en lugar de un mortal sufriente y confundido. Jesús comprendía tan claramente que la verdadera identidad del hombre incluye salud y carácter perfectos que fue capaz de sanar enfermedades y rasgos impíos y vencer la muerte.

Confiando en el mismo Principio divino, hoy podemos sanarnos a nosotros mismos y a los demás manteniendo en el pensamiento el modelo perfecto del ser. Las conclusiones correctas deben proceder lógicamente de una premisa precisa. Una base primaria de la enfermedad o disfunción radica en aceptar como modelo del hombre a un mortal material vulnerable, mientras que la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros es la expresión espiritual del ser de Dios. Por ejemplo, en realidad, la salud perfecta es nuestra continuamente porque reflejamos la perfección de Dios. 

Esto se ha probado en mi familia. Por ejemplo, durante una visita de dos semanas en casa, nuestra nuera tenía lo que parecía ser un gran quiste en el pie. Una noche, nuestra familia se sentó a hablar, y mientras ella contaba una historia, mi esposa tuvo una percepción excepcionalmente fuerte de la naturaleza puramente espiritual del ser de nuestra nuera. Contemplar la imagen perfecta de Dios que ella expresaba no dejó espacio para una imagen falsa e imperfecta. A la mañana siguiente, el quiste se había disuelto. Mi esposa no había estado orando específicamente para sanar el quiste, pero durante el transcurso de esa visita lo había hecho para ver la perfección de cada miembro de la familia. Esta curación fue el resultado natural y rápido de contemplar la creación perfecta de Dios, el hombre.

¿Debemos desanimarnos si nuestros cuerpos, trabajos, relaciones, etc. son menos que perfectos? El cuadro del Dios perfecto que crea y mantiene al hombre como Su expresión perfecta no se ve afectado por ninguna imperfección que veamos o sintamos a través de los sentidos materiales. Si bien podemos sentirnos tentados a aceptar que nuestros propios desafíos y los de los demás son reales e inevitables, el reconocimiento consciente de nuestra inherente unidad con Dios y Sus cualidades alinea nuestros pensamientos y esfuerzos con la creación impecable de Dios.

En lugar de ser un llamado a obtener una meta inalcanzable, el mandato de Jesús de “debes ser perfecto” puede entenderse como una exhortación para reconocer que nuestra presente realidad fue creada por Dios. Comprender y aceptar esa realidad planta nuestras vidas sobre una base segura, y nuestra experiencia naturalmente expresará más del bien —el bien perfecto— que es el fundamento de toda la creación.

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