“Temo por mi país”, se lamentó una vecina. Estaba molesta con los funcionarios electos y enojada por las medidas decretadas. Veía un país dividido, un electorado dividido y ninguna esperanza de que los partidos políticos opositores trabajaran juntos. Estaba deprimida y desanimada.
Le dije que me consuela saber que hay en el mundo un gobierno más elevado en operación de lo que los ojos pueden ver. Como declara la Biblia: “Porque el Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey; Él nos salvará” (Isaías 33:22, LBLA).
Los gobernantes humanos van y vienen. Los funcionarios son reemplazados. Las dinastías se acaban. Pero el Principio divino, Dios, reina y gobierna para siempre. Si nos preocupan las políticas y los líderes temporales del gobierno, podemos apelar a la ley suprema de este Principio y confiar en su poder para defender la equidad y la justicia. Cuando se comprende, el reinado y el gobierno de Dios pueden salvarnos de las deficiencias del gobierno humano.
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