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Asegúrate de que tu voto cuente

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de julio de 2024


Debe de haber sido un momento extraordinario. Nada de campañas, nada de largas filas ni cabinas electorales, nada de encuestas de boca de urna. En cambio, cuando un gran grupo se reunió para votar por uno de dos candidatos, la opinión personal dio paso a la oración.

El libro de los Hechos en la Biblia cuenta la historia de los 11 apóstoles junto con más de cien seguidores de Jesús que se reunieron para elegir a un sustituto de Judas Iscariote: “Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, … Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles” (1:23-26).

Podría parecer que orar antes de votar es algo que solo las personas religiosas harían, ya sea como una práctica agradable o, a veces, como una súplica mental obstinada para que determinados candidatos o políticas ganen. Sin embargo, muchas personas oran con gran humildad y un corazón que escucha verdaderamente cuando están en problemas o tienen que tomar una decisión personal importante. ¿Se mezclarían este tipo de oración y la política?  

A nivel mundial, la política se ha vuelto más divisiva y las creencias políticas están más arraigadas, y puede ser tentador simplemente votar según las líneas partidistas, dejar que una opinión humana fuerte dicte las opciones o no votar en absoluto. (Hoy en día, en promedio, entre el 30 y el 40 por ciento de las personas con derecho a voto en las elecciones nacionales no acuden a las urnas.) Pero ¿qué pasaría si permitiéramos que la oración que busca la guía de Dios dirigiera nuestra toma de decisiones políticas?

Aquellos primeros seguidores de Cristo Jesús aprendieron de primera mano que la oración sanadora implica precisamente esa humildad y una manera espiritual de escuchar. A diferencia de los líderes religiosos de su época, cuyas oraciones eran por lo general públicas, largas y a menudo destinadas a impresionar, Jesús instruyó a sus estudiantes a que cerraran la puerta y oraran a Dios en secreto. La Ciencia Cristiana profundiza esto en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Para entrar en el corazón de la oración, la puerta de los sentidos que yerran tiene que estar cerrada. Los labios deben estar mudos y el materialismo silencioso, para que el hombre pueda tener audiencia con el Espíritu, el Principio divino, el Amor, que destruye todo error” (pág. 15).

Es evidente por las enseñanzas y obras sanadoras de Jesús que este tipo de oración es eficaz. La oración a la manera de Cristo no era ni se trata de tener una conversación con Dios, pedirle que bendiga nuestras preferencias personales o delinear los resultados. Según Jesús, es un tiempo para escuchar; para acallar el interés, la opinión, el orgullo y la voluntad humana propios a fin de escuchar los pensamientos de Dios y percibir la sabiduría y la verdad divinas. 

Un momento de búsqueda tan humilde y espiritual —incluso en una cabina electoral— puede elevar el pensamiento y purificar nuestros deseos, y confiar en que la buena voluntad de Dios se haga “como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10), como se indica en el Padre Nuestro que dio Jesús. Lo que nos sentimos guiados a hacer como resultado puede o no alinearse con nuestras inclinaciones políticas. Pero estar dispuesto a confiar en Dios, en el Espíritu divino, más que en las prácticas e intenciones humanas, siempre será una victoria para todos los interesados y conducirá al progreso de los ciudadanos y los gobiernos.

Aunque no tenemos conocimiento de que Jesús haya votado alguna vez en una elección, se podría decir que emitía su voto a menudo —a diario, a cada hora— y siempre por la verdad de lo que Dios es y lo que Dios crea. Reconocía la identidad a semejanza de Dios espiritual e individual de cada uno y la unidad universal de todos como Sus hijos; cada uno de nosotros en unidad con la fuente divina de la bondad, la honestidad, el amor, la equidad, la justicia y la paz, que excluyen la división, la pérdida o la marginalidad. Él entendía que el gobierno siempre había estado en manos de Dios. Su oración en Getsemaní antes de su crucifixión fue la oración de su vida: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Esto finalmente resultó en su resurrección, trayendo libertad, armonía, unidad y bien a sucesivas generaciones. 

Esto apunta al poderoso impacto de tal deferencia afianzada en el cielo hacia el Principio divino de la humanidad, Dios, y nos anima a tener confianza en que nuestras oraciones no solo pueden ayudar a aliviar los temores sobre la imparcialidad del proceso electoral y si nuestro voto realmente importa, sino que también ayudan a arrojar luz sobre las soluciones a estos problemas. También pueden contribuir a aportar claridad y orden al proceso y a moderar las emociones, lo que nos permite reconocer y apoyar a quienes están dispuestos a servir. La Sra. Eddy escribió una vez: “Hay dos cosas de las que el destino no puede despojarnos, a saber, de escoger lo mejor y de ayudar a otros a escoger de la misma forma” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 165).

“Escoger lo mejor” es elegir la oración desinteresada que se mantiene firme a favor de la demostración de un buen gobierno, más allá de la persona o el partido, y pone la confianza en la infalible Mente divina, el Amor universal, para revelar el designio de Dios. Este designio espiritual siempre trascenderá los ideales meramente humanos y traerá progreso para todos.

Cualquiera que sea la parte del mundo en la que vivas, que tu voto el día de las elecciones comience con un momento de tranquilidad, en oración (fuera o dentro de la cabina electoral) que trascienda la opinión personal y dé testimonio del poder de Dios para armonizar, energizar y unir. Es por eso que tu voto cuenta.

Ethel A. Baker, Redactora 

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