Nuestras vidas son el regalo de la Vida divina, Dios, y la Vida es siempre lo que realmente está sucediendo. Es la Vida por la que nos sentimos naturalmente atraídos, y nos beneficiamos al mantenerla firmemente en el pensamiento. Sin embargo, a pesar de esto, hay momentos en los que podemos sentir el impulso de centrarnos en la muerte; ya sea que estemos de duelo por una pérdida personal, cuando leemos informes de una guerra con un número creciente de bajas o incluso cuando salimos de ver una película centrada en una muerte trágica.
Entonces, ¿cómo recuperamos y seguimos esa atracción natural hacia la Vida si sentimos una fascinación por la mortalidad? Me alertaron de la necesidad de esto en un momento en el que había desarrollado un apetito malsano por las historias de crímenes reales. Vi que estaba llenando mi pensamiento con experiencias de muerte de una manera que me traía inseguridad, no satisfacción, y socavaba mi claridad y confianza en Dios, el Espíritu, como la Vida de todos. Lo que me liberó fue darme cuenta de que el deseo de ser una ayuda y una sanadora para los demás fue más convincente para mí que cualquier impulso morboso. Al recurrir, en cambio, a las influencias que conducen a la comprensión de que la Vida es Dios, que es la única base sólida para buscar la alegría y el bien, pronto descubrí que los intereses espirituales eran mucho más satisfactorios. En este renovado ambiente mental, las ideas sobre temas importantes se volvieron menos confusas, y mi tiempo se llenó al encontrar satisfacción en la Vida divina y en orar por los demás.
La razón por la que nos sentimos atraídos hacia la Vida es que somos los hijos de la Vida divina, Dios, y nuestra verdadera identidad espiritual encuentra expresión en el profundo deseo por el bien divino. Ansiamos conocer la naturaleza real y espiritual de nuestras vidas, así como una planta requiere agua. De modo que, cuando alguien está afligido o siente curiosidad por la muerte, este anhelo puede saciarse al obtener una comprensión más profunda de lo que es verdadero y eterno. Si bien el dolor o la preocupación por el fallecimiento de alguien puede llevar a temer que la Ciencia de la Vida eterna sea inconsistente o poco práctica, la oración puede guiarnos a las aguas vivas del Cristo mientras escuchamos a Dios para que nos dirija hacia la respuesta sanadora que satisfará la necesidad.
Este fue el caso de una estudiante de la Ciencia Cristiana que abordó el tema de la muerte con su maestra de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. La maestra se dio cuenta de que plantear la pregunta en la Escuela Dominical mostraba que la estudiante anhelaba una respuesta espiritual y confiable. Por ende, con el más tierno cuidado, la maestra explicó que, por medio de los sentidos espirituales, comenzamos a ver que la vida es nuestra condición real y eterna. El sentido espiritual es una capacidad natural para nosotros como hijos de Dios, el Espíritu. Por medio de él, conocemos a Dios como la Vida divina que nos mantiene a todos seguros en la Vida. El sentido espiritual nos despierta al conocimiento de que la muerte es espiritualmente imposible. Y no tenemos que esperar siglos para darnos cuenta de esto. La comprensión espiritual del ser inmortal está disponible para nosotros en este momento.
Esencialmente, la discusión giró en torno a lo que la Ciencia Cristiana enseña: que la vida verdadera de cada individuo es la expresión de la Vida eterna. Esto le proporcionó a la estudiante exactamente lo que necesitaba para resolver sus preocupaciones sobre la muerte.
La Ciencia Cristiana muestra que el estado real de la existencia para todos nosotros es la inmortalidad y el bien, no la mortalidad y el mal. Saber que Dios es la fuente y el preservador de todo lo que es bueno, real y permanente vence el miedo y trae curación. Cristo Jesús demostró esto por medio de sus numerosas y notables curaciones y su propia resurrección de la muerte, y enseñó el poder de esta verdad a sus seguidores. Él dijo: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" y "De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte" (Juan 8:32, 51).
Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, no se anda con rodeos cuando afirma: "Es un pecado creer que algo pueda dominar la Vida omnipotente y eterna, y esta Vida tiene que ser sacada a luz mediante la comprensión de que no hay muerte, así como mediante otras gracias del Espíritu. Debemos empezar, sin embargo, con las demostraciones más simples de control, y cuanto más pronto empecemos mejor" (págs. 428-429).
Eliminar cualquier influencia que promueva la mortalidad en lugar de la Vida en nuestro pensamiento es un buen lugar donde comenzar. No hay valor alguno en obsesionarse por la muerte. Cada uno de nosotros está hecho a semejanza de Dios y refleja para siempre la permanencia, la libertad, la salud y la continuidad de la Vida divina. Es un gozo ser atraído por este hecho espiritual: conocer que la Vida, Dios, es la fuente y el preservador de la vida para todos.
Michelle Nanouche, Escritora de Editorial Invitada