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Cómo podemos “refrenar el crimen”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 11 de marzo de 2024


Sentado en el asiento del conductor de mi coche de alquiler con fragmentos de cristales rotos a mi alrededor debido al vandalismo que resultó en el robo de mi computadora portátil, intenté averiguar por qué y cómo había sucedido esto. Otros seis autos también habían sido vandalizados esa noche en el mismo estacionamiento bien iluminado. Un oficial de policía en la escena admitió haberlo visto en la cámara web de su patrulla y se disculpó por el hecho de que la policía no estaba equipada para lidiar con la ola de crímenes que se había apoderado de su ciudad. Este incidente ocurrió justo un día después de haber presenciado a un pasajero de la aerolínea agredir verbalmente a una azafata, sobre lo cual me habían pedido que testificara.

Si bien estas experiencias pueden ser leves en comparación con la violencia que otros han sufrido, sentí que eran un llamado a mí como cristiano y metafísico para aprender cómo abordar y sanar con mayor eficacia estas alarmantes tendencias violentas mediante la oración. Dado el aumento de ciertos tipos de actividades delictivas, ser pasivo o indiferente no era una opción. 

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy habla de una fermentación continua en el pensamiento humano y hace un conmovedor llamado a la acción: “... mentes malignas se esforzarán por encontrar medios con los cuales causar más mal; pero aquellos que disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán el crimen” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 96-97).

Aunque había sido estudiante de la Ciencia Cristiana durante muchos años, no estaba seguro de lo que la autora quería decir con su llamado a “refrenar el crimen”. ¿Estaba sugiriendo que los Científicos Cristianos se alistaran en carreras policiales? Si bien ese es un llamado noble, estaba seguro de que debía haber un significado más amplio y profundo en su exigente declaración, ya que el enfoque de su descubrimiento era la sanación mediante la curación-Cristo.

La Sra. Eddy no rehuyó abordar el crimen en sus escritos. La palabra aparece 48 veces en sus obras publicadas. En un caso, incluso describe su visita a la celda del asesino de un presidente: “Visité al asesino del Presidente Garfield en su celda, y lo hallé en el estado mental llamado idiotez moral. No consideraba el crimen que había cometido como crimen, sino como un acto de simple justicia, y que él era la víctima. Mis pocas palabras lo conmovieron; se sumió en su silla, vacilante y pálido; su petulancia había desaparecido. El carcelero me dio las gracias y dijo: ‘Otros visitantes le han traído flores, pero usted le ha traído lo que le hará bien’" (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 112).

¿Qué fue lo que la Sra. Eddy llevó a la celda de la prisión ese día? Como devota seguidora de Cristo Jesús y Descubridora de la Ciencia que respalda sus enseñanzas y obras sanadoras, la Sra. Eddy conocía a Dios como totalmente bueno y todopoderoso. Y ella sabía que Él gobierna a Sus hijos con justicia divina y suprema, haciendo que el hombre —la verdadera individualidad de cada uno de nosotros— sea incapaz de pecar o enfermar. Fue este conocimiento el que efectuó el cambio moral reconocido por el carcelero del asesino. 

Investigué la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy para entender mejor lo que realmente significaba para mí su llamado a refrenar el crimen. También estudié antónimos de la palabra crimen. Sorprendentemente, casi todos eran conceptos espirituales y morales, como la bondad, la virtud, la justicia, la confianza, la moralidad y la obediencia. Esto me llevó a obtener una comprensión nueva y más iluminada de que el crimen es principalmente un problema teológico, no solo social. A la luz de esto, comencé a ver que mi responsabilidad de detener el crimen era a través de la oración.

Cuando se les interroga, los delincuentes a veces se refieren a haber tenido un impulso que no es el suyo o dicen que realmente no saben qué los motivó. Estas admisiones refuerzan la importancia de la oración para detener incluso la tendencia o el deseo de perpetrar algo malo, que es claramente ajeno a la verdadera naturaleza del hombre, creada por Dios. Teniendo esto en cuenta, comencé a ver que mi oración también podía ser preventiva, promoviendo la seguridad para todos.

Con eso, acepté que mi llamado consistía en la oración diaria diligente e implacable afirmando que Dios, el bien, es el creador y que el hombre, el hijo de Dios, es inherentemente inocente y libre de cualquier influencia, fuerza o contagio malignos. Afirmé específicamente que el hombre está libre de cualquier supuesto poder ilegítimo, sutil y pernicioso del mal que lo influya o lo envalentone para hacer cosas contrarias a su naturaleza espiritual y a su destino. Bajo el control de Dios, que no es opcional, el hombre no puede desear dañarse a sí mismo ni a los demás. Más bien, la influencia de la Mente divina lo impulsa a hacer el bien a su prójimo. Declarar y saber con firmeza y confianza fue el llamado que comencé a escuchar. Pude ver la urgencia, especialmente en este período, de estas oraciones, y esperaba que tuvieran un efecto práctico.

Varias veces durante mis años de servicio en el gobierno, cuando se descubrieron amenazas graves de daño físico, tuvieron que ser manejadas con serias medidas humanas preventivas y de protección, pero también las abordé con la oración. En una ocasión, nos enteramos de que un grupo de manifestantes que había obtenido un permiso público para marchar tenía la intención de arrojar botellas de sangre a nuestro grupo. Me pidieron que tomara la decisión de si debíamos o no dirigirnos al parque público donde se llevaría a cabo esta marcha. Sabía que tenía que comulgar con la Mente divina, Dios, para obtener una respuesta. La Lección Bíblica de esa semana del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana me dio la confianza para ordenar que estuviéramos presentes en el evento. Nuestra visita al parque fue pacífica y productiva, y el grupo de protesta ni siquiera se materializó. 

En otra ocasión, en una visita oficial a otro país, fui confundido por las autoridades de ese gobierno con un individuo amenazante. La policía me arrojó contra una pared y me retuvo contra mi voluntad. Aunque traté de persuadirlos de su error, no me liberaron. Finalmente, me calmé y me vino esta idea: Mi verdadera identidad es la de un hijo de Dios, y saber eso sería mi mejor defensa para asegurar mi liberación. Al volverme hacia esta perspectiva espiritual y no resistirme físicamente, fui liberado de inmediato en medio de disculpas por parte de las fuerzas de seguridad.

El mundo está pidiendo a gritos que se ponga fin al dolor causado por los altos niveles de delincuencia en nuestras comunidades. Tomar las armas espirituales y orar por el fin del terror que se apodera de tantos es una estrategia muy responsable y necesaria que puede tener éxito y lo hará. Considero que “refrenar el crimen” a través de la oración diligente es lo que los Científicos Cristianos están llamados a hacer, y tal oración es algo a lo que todo buscador espiritual puede unirse a hacer.

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