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¿Cómo podemos sentirnos seguros?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 4 de abril de 2024


“Algún día, cuando tenga hijos”, me dijo mi hijo de veintitantos años, “¿cómo voy a sentirme seguro al dejarlos en la escuela cuando parece que todas ellas son vulnerables a la violencia armada?”

Su pregunta no se refería a qué protecciones podrían establecerse para garantizar la seguridad pública. Me di cuenta de que lo que él y muchos otros anhelan es calmar el miedo; el miedo a la turbulenta y ansiosa preocupación de que el mundo es un lugar inseguro y pareciera que no hay nada que podamos hacer al respecto. Este clima de temor es tan predominante que incluso un joven sentado en el porche con sus padres, en una tarde de primavera en un vecindario tranquilo, estaba luchando con él. 

Si bien las leyes y otras medidas son típicas en una sociedad civilizada que busca proteger a sus ciudadanos, vale la pena preguntarse si estas medidas por sí solas serán suficientes, individual o colectivamente, para tranquilizarnos por completo y silenciar nuestros temores. Mary Baker Eddy, quien descubrió una ley eterna del cuidado divino que ha demostrado ser eficaz para liberar a las personas del temor y protegerlas del peligro, planteó una pregunta similar en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “¿Son los medios materiales el único refugio contra las contingencias fatales? ¿No hay permiso divino para conquistar toda clase de discordancia con la armonía, con la Verdad y el Amor?” (pág. 394). 

Lo que la revelación de Eddy basada en la Biblia señala es que sentirse seguro y estar protegido del peligro dependen de algo que siempre está a la mano, cualquiera sea nuestra ubicación o condición física: la conciencia del hecho de que somos hijos de Dios y que nuestro Padre divino omnipresente está continuamente protegiéndonos a cada uno de nosotros. En realidad, estamos aún más cerca de Dios que un hijo de un padre, porque Dios, por ser el Espíritu, está en todas partes y a nuestro alrededor, y nunca estamos fuera del Espíritu. Habitamos dentro del abrazo protector y permanente del Padre-Madre divino, cuya infinita sabiduría nos guía inteligentemente y cuyo amor perfecto nos cobija de manera segura. 

A medida que experimentamos la guía de Dios y sentimos que el Amor divino abraza nuestras vidas, reconocemos cada vez más que la seguridad está incluida en lo que somos como descendientes espirituales de Dios. Vemos que es un elemento permanente de nuestro ser, más bien que una condición determinada externamente, y, por ende, va junto a nosotros dondequiera que vayamos. A medida que obtenemos esta comprensión espiritual y nos elevamos por encima de las sugestiones de peligro y miedo en cualquier situación, no solo nos sentimos protegidos y nos calmamos, sino que nuestro sentido espiritual de la protección que Dios brinda a Sus hijos abraza a nuestros seres queridos y a los demás también.

El impacto práctico de esta comprensión del cuidado de Dios, incluso en una atmósfera de pensamientos temerosos y amenazas físicas, se ilustra en la épica historia de Moisés en la Biblia. Cuando Moisés guiaba a los israelitas fuera de Egipto, las amenazas a sus vidas parecían no acabar. Y ellos no dudaron en decirle a Moisés que tenían miedo, con frecuencia y, a veces, frenéticamente. Sus temores parecían ciertamente justificados: imagínense ser perseguidos por todo el ejército egipcio o enfrentarse a la posibilidad de quedarse sin comida ni agua. 

Sin embargo, Moisés tenía tan claro que Dios era el gran Yo Soy —la verdadera Vida y Mente de Sus hijos y el Amor todopoderoso que los guiaba, como explica la Ciencia Cristiana— que experimentaron la presencia protectora de Dios de muchas maneras, incluida esta: “De día, el Señor iba al frente de ellos en una columna de nube para indicarles el camino; de noche, los alumbraba con una columna de fuego. De ese modo, podían viajar de día y de noche” (Éxodo 13:21, Nueva Biblia Internacional).

Una y otra vez se demostró que el Amor divino estaba con ellos, y las respuestas y el cuidado inmediatamente disponibles de Dios salieron a la luz. Los israelitas pudieron ver que sus necesidades eran satisfechas y obtuvieron guía y un pasaje seguro a su destino. A medida que se acercaban al final de su viaje, Moisés bendijo a cada una de las 12 tribus de Israel y les aseguró que la protección divina que habían experimentado continuaría. Por ejemplo, de la tribu de Benjamín dijo: “El amado del Señor habitará en seguridad junto con aquel que le protege todo el día, y entre cuyos hombros morará” (Deuteronomio 33:12, New King James Version).

Vale la pena considerar que la presencia sustentadora y protectora de Dios se mostró como una constante, incluso cuando parecía que no había forma de que los israelitas pudieran evitar el desastre. Lo que se necesitaba era un cambio en el pensamiento: individuos (y puede haber habido muchos además de Moisés) que vieran más allá del temor el cuidado de Dios y confiaran en él. Lo mismo se necesita hoy en día, y cada uno de nosotros puede marcar la diferencia. Cuando nos enfrentamos al clamor del temor, podemos desviar nuestros propios pensamientos de la desconfianza o el terror hacia el hecho espiritual de que el poder protector de Dios está cerca.

Hace varios años, nuestra familia tuvo la oportunidad de hacer esto. Llegamos al aeropuerto el mismo día en que se había descubierto y frustrado un complot terrorista. Debido a que estábamos volando en un avión operado por la misma aerolínea en el mismo aeropuerto donde ocurrió el incidente, el personal de los medios de comunicación rodeó a nuestra familia y me entrevistó sobre si continuábamos con nuestro viaje esa mañana. Parecían estar buscando un comentario mediático respecto a que los viajes en avión ya no eran seguros. Pero yo había estado orando por el viaje, y esta oración me había asegurado que podíamos sentirnos tranquilos y cómodos con nuestros planes de viaje. Le expliqué con calma que nos encantaba viajar y que jamás habíamos tenido una experiencia en la que nos hubiéramos sentido inseguros.

Cuando los reporteros continuaron presionándome, les dije cómo había estado orando. Cuando las cámaras y el equipo finalmente se fueron, mi hijo exasperado dijo: “Bueno, mamá, eso es genial. ¡Ahora nunca vamos a salir en las noticias!”. No obstante, él y otros miembros de la familia dejaron en claro que estaban agradecidos por la perspectiva pacífica y alegre que nos permitió a todos sentirnos seguros al continuar con el vuelo.

Si bien hay muchas cosas en el mundo de hoy que podrían hacernos sospechar o temer, es útil reconocer que un enfoque insistente sobre estos peligros potenciales puede llevarnos, como a los israelitas, a un estado de pánico y desesperación en el que es mucho más difícil vivir nuestras vidas con la alegría y el dominio que son inherentemente nuestros. Esa noche de primavera en el porche, le señalamos a nuestro hijo que tal vez los temores de esta generación, aunque aparentemente justificables, se basan en circunstancias que en realidad no están más extendidas o son más peligrosas que en cualquier otro momento de la historia. Lo que ha aumentado es la conversación sobre los peligros potenciales y la obsesión con ellos. Y aquí es donde nosotros, como individuos, tenemos la oportunidad de ayudar a neutralizar este clima mental de miedo a través de nuestra propia insistencia en lo que es espiritualmente verdadero. La verdadera constante, a lo largo de todo el tiempo, es la presencia y el poder de Dios, la Vida y el Amor divinos, que iluminan nuestro camino y hacen que nuestros pasos sean seguros en cualquier situación. 

Dios no nos creó para ser frágiles o vulnerables, sino seguros, alegres y con propósito. Con la certeza de que nuestro amoroso Progenitor cuida de nosotros por siempre, podemos separarnos de los temores que nos llevarían al pánico o la parálisis y tomar una posición firme sobre la base de la verdad comprobada de que estamos inherentemente a salvo, y también lo están todos los demás.

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