P: Tengo miedo de todas las guerras que hay. ¿Cómo puedo orar?
R: Una vez estudié en un país donde había muchos disturbios. También tenía una guerra más allá de sus fronteras. Había habido bombas en el campus universitario y un edificio de entrenamiento militar había sido incendiado.
En la casita donde vivía, mi cama estaba junto a una ventana que daba a la calle. Una noche, en la cama, escuché muchos gritos afuera. Abrí un poco las cortinas y hubo un destello y un estallido a poco más de un metro de distancia. Cerré rápidamente las cortinas y me cubrí la cabeza con el edredón. Tenía miedo, pero inmediatamente me vinieron a la mente varios versículos del Salmo noventa y uno de la Biblia: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”; “No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día”; y “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará” (versículos 4, 5, 7).
Estaba en una situación aterradora y fuera de mi alcance. Necesitaba recurrir a una fuente más elevada de sabiduría y amor que mi propio pensamiento, por lo que me volví a Dios en oración. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, había aprendido a través de experiencias anteriores que la oración responde a todas las necesidades. Estos versículos de la Biblia me aseguraron que no importaba lo cerca que pareciera estar el peligro, estaba a salvo bajo el cuidado de Dios. Después de varias horas, los disturbios cesaron.
Más tarde, sentí que se necesitaba más oración. Solo me había centrado en protegerme. ¿Cómo podía ayudar a la gente de afuera, e incluso a la situación más grande? La respuesta vino en forma de otro versículo de la Biblia: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Recordé lo temerosa que había estado, y este versículo era un recordatorio de que la única manera de eliminar el miedo era reemplazarlo con amor. El amor al que se refiere la Biblia no es un sentido humano de amor, que es fugaz y condicional. El “amor perfecto” viene sólo de Dios, porque Él es el Amor mismo. Su amor es imparcial e incondicional e incluye a todos. Y Él nos creó a todos como Sus hijos: amados, amables y amorosos. Nuestras oraciones nos lo revelan.
No obstante, amar a los demás no se trata de excusar las malas acciones y la agresión. Amar como Dios nos hace amar consiste en reconocer quiénes son realmente estas personas y esperar ver eso expresado en su resistencia a hacer cualquier cosa que pueda dañar a otro. Necesitaba cambiar mi perspectiva del hombre como propenso a la ira y la violencia y ver, en cambio, la visión espiritual del hombre como creado a imagen de Dios y que expresa solo las buenas cualidades de ser atento y considerado.
Así que amar de esta manera no significaba amar las acciones de las personas que habían causado el problema. Pero podía separar a la gente de esas acciones y ver su verdadera naturaleza espiritual como hijos amados y amorosos de Dios. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice que “el Amor es reflejado en el amor” (pág. 17). Cuando comencé a vislumbrar el potencial de esta verdadera naturaleza, vi el bien al que podía conducir, y ya no sentí miedo. Después de eso, no experimenté más disturbios en el campus.
No veo las guerras como algo demasiado catastrófico como para que alguien ore por ellas de manera eficaz, porque he aprendido a no dejarme engañar por las apariencias amenazantes. Cuando el terror está al alcance de la mano, la oración trae respuestas y ayuda a cualquiera que lo necesite. Oro para saber que los líderes individuales y los antagonistas también pueden recibir la guía espiritual que los pondrá en línea con la ley universal de paz y armonía de Dios y pondrá fin al conflicto. Esta no es una tarea imposible, porque no somos muchas mentes independientes; sólo hay una Mente, infinita, el Amor, que nos informa y gobierna a todos.
Nuestras oraciones sobre los conflictos de hoy son tan eficaces como lo fueron las mías para mí durante esta experiencia. Dios no cambia con el tiempo, sino que sigue siendo el Amor todopoderoso y omnipresente. A medida que pongamos nuestra confianza en Dios, veremos cómo se desarrolla el bien en nuestras propias vidas y en todo el mundo. Como escribe la Sra. Eddy: “Paso a paso, aquellos que en Él confían hallarán que ‘Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones’” (Ciencia y Salud, pág. 444).
