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Para niños

Cuando quise enfrentar al director

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de diciembre de 2024


Estaba enojada. Durante mi tercer año del bachillerato, el director había comenzado a hacer cumplir reglas que parecían injustas para muchos estudiantes. Me sentía bastante cómoda al hablar con franqueza, incluso cuando no estaba de acuerdo con un profesor u otra autoridad. Así que estaba lista para decirle lo que pensaba.

No obstante, en el pasado, no siempre había compartido mis ideas con mucha delicadeza. Además, durante ese tiempo, me estaba dedicando más a mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana. Si bien sentía que era correcto defender lo que creía, sabía que probablemente había una mejor manera de hacerlo, sin confrontación. Y estaba segura de que si oraba podría encontrar esa mejor manera.

Uno de los libros a los que recurrí mucho fue Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. En él, encontré este pasaje útil: “El Amor inspira, ilumina, designa y va adelante en el camino. Los motivos correctos dan alas al pensamiento, y fuerza y libertad a la palabra y a la acción” (pág. 454).

Este fue un buen punto de partida para mis oraciones. Realmente examiné mis motivos. Mi objetivo no era discutir o demostrar que alguien estaba equivocado; simplemente quería justicia para todos. Razoné que debido a que mis motivos eran correctos, estaban respaldados por el Principio divino, Dios. Podía escucharlo a Él para encontrar la mejor manera de avanzar; una manera que no significara desistir de lo que creía, sino que estuviera arraigada en el Amor divino. Sabía que era más probable que el director de la escuela fuera receptivo a las ideas que se comunicaban seriamente.

Al orar, también fue útil considerar la forma en que Cristo Jesús defendió lo que era correcto. Por ejemplo, cuando los funcionarios religiosos le trajeron a una mujer a la que querían lapidar por el pecado que había cometido, exigiendo saber lo que él pensaba, “Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo, como si no los oyera”. Cuando continuaron preguntando, él respondió: “El que de vosotros esté libre de pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (véase Juan 8:3-11, KJV). 

Jesús se opuso al plan violento del grupo. Pero no respondió con ira o falta de amabilidad. Su respuesta fue firme pero tranquila, y el resultado fue pacífico. También reprendió con firmeza pero ternura el comportamiento de la mujer.

Este relato bíblico me recordó un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana que dice:

Oh Espíritu, Amor,
quiero gracia expresar;
quiero con amor curar
y Tu vida revelar.
Con valor y humildad
quiero al Cristo enunciar.
     (Thomas T. Lynch, N.° 88, alt. © CSBD

 El valor y la humildad pueden parecer opuestas, pero para mí, describen las palabras y acciones de Jesús. La fortaleza y la gracia que expresaba provenían de su receptividad a Dios como Mente divina y de escucharlo humildemente como Amor divino.

Me di cuenta de que, en lugar de limitarme a decir lo que pensaba, era más importante escuchar a Dios y dejar que el Amor guiara mis palabras y acciones. Entonces mis comentarios podrían realmente “expresar gracia y curar”. 

Después de orar durante varios días, decidí organizar mis pensamientos en una carta al director. La escribí, leí y revisé hasta que sentí que era clara y tenía el tono correcto: audaz y manso. También les pedí a mis padres que la leyeran, y estuvieron de acuerdo en que era un enfoque responsable.

Cuando el director recibió mi carta, me llamó a su oficina para hablar sobre ella. Si bien defendió su posición en varios de los puntos, coincidió en que algunas de las nuevas políticas podrían flexibilizarse. Durante el resto del año escolar, siguió adelante con esto, lo que amplió algunas oportunidades para los estudiantes.

Mientras programaba mis clases para el año siguiente, el director me preguntó si, en lugar de tomar un salón de estudio (período de clase reservado para el estudio independiente y las tareas), podía usar esa hora para trabajar como asistente de su secretaria. Acepté gustosamente la oferta y disfruté trabajando en la oficina del director durante mi último año, agradecida por nuestro nuevo respeto mutuo. 

Tomar una posición a favor del bien es importante y necesario. Y a medida que escuchemos la dirección de Dios, nuestras palabras y nuestras acciones serán guiadas —con valentía y mansedumbre— de maneras que traerán paz y curación para nosotros y para los demás.

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