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PARA JÓVENES

Curación en una excursión al campo con la escuela

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de enero de 2024


Había ido a una excursión al campo en New Hampshire. Un día, durante el viaje, mis compañeros de clase y yo estábamos en una pequeña zona de hierba jugando a las estatuas —juego en el que te quedas congelado—. Una de mis amigas estaba congelada cerca de la orilla de la hierba, bordeada de rocas. Al correr hacia ella para descongelarla, tropecé y caí sobre las rocas. 

Me puse de pie, un poco avergonzada, pero sintiéndome bien, y fui a descongelarla. No fue sino hasta que me quité la suciedad de las manos que me di cuenta de que tenía un corte profundo en la palma. Estaba sorprendida y preocupada por la forma en que se veía. Le pregunté a mi amiga qué debía hacer, y ella me dijo que fuera al albergue y se lo dijera a un profesor. 

Adentro, encontré a un profesor y al director del programa de salidas de campo. Cuando les mostré mi mano, me dijeron que el corte se veía muy profundo y que tendrían que avisar a mis padres en caso de que quisieran recogerme o llevarme al hospital para que me suturaran. Otros dos adultos que estaban cerca fueron a buscar un botiquín de primeros auxilios; me senté con mi profesor, y esperé a que regresaran  a limpiarme la mano . 

Mientras estábamos sentados allí, mi profesor me contó que su hijo había recibido puntos de sutura y lo que había implicado el proceso. A esta altura, sus palabras, él y toda la situación me estaban poniendo un poco nerviosa. Así que hice lo que había aprendido a hacer cuando sentía miedo: oré en silencio. Pensé en que no había ninguna razón para estar nerviosa o asustada, porque sabía, como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, que Dios siempre me está protegiendo.

Si bien entendí que mi profesor estaba tratando de ser útil y  comprensivo, lo que me decía no me ayudaba a sentirme mejor. Así que, como parte de mis oraciones, rechacé mentalmente la idea de que debía tener una experiencia similar a la de su hijo. También pensé en una frase de la Biblia: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Y luego, en un pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Dios está en todas partes, y nada fuera de Él está presente ni tiene poder” (pág. 473). Estas ideas eran exactamente lo que necesitaba para sentirme tranquila con la situación. Nunca tuve ningún dolor desde el principio, y sabía que no había razón para dramatizar demasiado la lesión. Sentada allí, realmente sentí la presencia del amor de Dios.

Unos minutos más tarde, los otros adultos regresaron con un botiquín de primeros auxilios y limpiaron el corte. Cuando terminaron, echaron un segundo vistazo y dijeron que no parecía ser tan profundo como habían sospechado, y que no necesitaría puntos de sutura después de todo. 

Sus comentarios me ayudaron a darme cuenta de que la curación ya había comenzado y que podía disfrutar el resto de mi viaje. Estaba muy agradecida y le di gracias a Dios. Me vendaron la mano para mantenerla cubierta y pude regresar con mis amigos. 

Disfruté el resto del viaje sin preocuparme por mi mano. Para cuando llegué a casa, el corte se había sanado por completo.

Estoy muy agradecida por esta curación. Siempre será un recordatorio de que Dios es muy bueno y que Él gobierna y ama a todos siempre.

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