La vida puede estar llena de sorpresas, al desafiar nuestro sentido del equilibrio, la paz y la confianza. ¿Cómo mantenemos el equilibrio espiritual ante los desafíos? ¿Cómo respondemos cuando enfrentamos ataques o muros de ladrillo? La Biblia relata la ocasión en la que Cristo Jesús estaba durmiendo en una barca azotada por una tormenta (véase Marcos 4:36-39). Los discípulos asustados lo despertaron, tratando de imponerle su temor. Él respondió reprendiendo al viento y a su miedo, diciendo: “Calla, enmudece”. Y la Biblia dice: “Cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. ¿Cómo podemos vivir con esa misma paz y calma?
Al lidiar con las frustraciones, puede ser tentador seguir adelante y enfrentar personalmente las dificultades. Pero he descubierto que es mucho más eficaz dar un paso atrás y permitir que la gracia de Dios resuelva la dificultad.
Hacerlo consiste en tomar la escena humana y ponerla bajo la lente del Espíritu, Dios. Se necesita confianza para hacerlo, es decir, para cambiar nuestra percepción de que la experiencia es un conflicto humano, a ver que se trata de una expresión divina. Como lo describe el apóstol Pablo, esto significa transformar nuestro sentido mortal de la vida al vestirnos “de inmortalidad” (véase 1 Corintios 15:53, 54). Al comprender que Dios creó todo, lo hizo bueno y gobierna continuamente a Su creación, podemos reconocer que el Amor divino gobierna realmente cada pensamiento y acción, tranquiliza el corazón y brinda alegría y satisfacción. El Amor, Dios, es el guía y guardián más confiable.
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