Se ha vuelto muy común en situaciones sociales hablar sobre el clima. El tema se utiliza a menudo para romper el hielo en las conversaciones. También he visto discusiones que rápidamente giran en torno al clima como una forma de cambiar de tema cuando alguien se siente incómodo o no sabe qué decir.
Los pensamientos sobre el clima pueden ser susurros mentales sutiles, como “Tengo demasiado calor” (o demasiado frío). O los pensamientos sobre el clima pueden convertirse en “voces” fuertes en forma física de inundaciones, huracanes o tornados. Nuestros pensamientos sobre el clima pueden afectar drásticamente nuestras experiencias. Estamos dejando que el clima dicte lo que decimos, lo que hacemos o incluso como nos sentimos? Me ha parecido importante preguntarme: “He dejado que el clima se convierta en un dios personal?
En la Biblia aprendemos sobre la experiencia de Elias cuando “paso Jehova, y un viento grande y fuerte desgarro los montes, y quebró las rocas delante de Jehová; pero el Señor no estaba en el viento: y tras el viento un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto; y después del terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego; y detrás del fuego se oía un silbo apacible” (I Reyes 19:11,12). He llegado a comprender que escuchar la “vocecita apacible” de Dios (los pensamientos de Dios) silenciar cualquier voz que pueda estar gritando sobre el clima y el sufrimiento que pueda causar.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!