Hace varios años, uno de mis oídos estaba bloqueado, así que todo lo que escuchaba de ese oído estaba amortiguado. Decidí que necesitaba escuchar, para comprender más profundamente, que Dios nos habla sin interrupción.
Me pareció inspiradora la definición de oídos en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “No los órganos de los así llamados sentidos corporales, sino la comprensión espiritual.
“Jesús dijo, refiriéndose a la percepción espiritual: ‘¿Teniendo oídos no oís?' (Marcos 8:18)” (pág. 585).
Comprensión espiritual, eso es exactamente lo que quería. Así que, en los días que siguieron, estudié la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y leí de Ciencia y Salud para desarrollar esta comprensión.
Pero pasaron las semanas y, a pesar de las ideas inspiradas que estaba aprendiendo a través de mi estudio, se deslizó el pensamiento de que la oración no es eficaz. Me limpiaron el oído, no obstante, se sentía bloqueado. Quedó claro que el problema era mental, no físico. Necesitaba finalmente ver más allá de la mentira de que podía tener alguna disfunción.
De nuevo, Ciencia y Salud me ayudó mucho. La Sra. Eddy escribe: “El máximo del bien es el Dios infinito y Su idea, el Todo-en-todo. El mal es una mentira supuesta” (pág. 103). A medida que pasaban las semanas, me aferré a esta verdad.
Una noche, unos amigos me preguntaron si podía salir a correr con ellos. Lo primero que pensé fue que una actividad vigorosa quizá no fuera buena para mi oído y que debía quedarme en casa, pero el contraargumento protector vino de una declaración en Ciencia y Salud: “Esta es la doctrina de la Ciencia Cristiana: que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación, u objeto; que el gozo no puede ser convertido en pesar, pues el pesar no es el amo del gozo; que el bien nunca puede producir el mal; que la materia nunca puede producir la mente ni la vida resultar en muerte” (pág. 304). Ahí estaba: “el gozo no puede ser convertido en pesar”. Nada podía empañar mi alegría de salir a correr con amigos, así que fui.
La carrera requirió tomar una posición mental clara y oración continua. Una y otra vez tuve pensamientos de temor que sugerían que esta actividad era dañina para mí. Pero como un abogado en un tribunal, razoné con lógica y confianza sobre mi libertad. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, dijo Cristo Jesús (Juan 8:32).
Antes y durante la carrera, pensé en las ideas de la Ciencia Cristiana sobre el amor, particularmente en esto, de un ensayo en Escritos Misceláneos 1883-1896, por la Sra. Eddy: “El amor no es algo que se coloca sobre un estante para tomarlo en raras ocasiones con tenacillas para azúcar y colocarlo sobre el pétalo de una rosa. … Como cualidad humana, el glorioso significado del afecto es más que palabras; es la tierna y desinteresada acción hecha en secreto, la silenciosa e incesante oración; el corazón rebosante, que se olvida de sí mismo; la figura velada que sale a hurtadillas por una puerta lateral para hacer alguna obra piadosa; los ágiles piececitos corriendo por la acera; la mano gentil que abre la puerta para visitar al necesitado y al angustiado, al enfermo y al afligido, iluminando así los lugares obscuros de la tierra” (pág. 250). Estas ideas me animaron, y pronto estaba en camino de regreso a casa, sintiéndome segura de la bondad sobre la que había estado reflexionando.
Cuando llegué a casa, mientras cenaba, se escuchó un estallido repentino, pero fui la única que lo escuchó. Mi oído estaba libre. Ahora comprendía la maravillosa obra y el efecto del amor de Dios, que hace que todas las cosas sean posibles.
Estoy muy agradecida por esta experiencia, particularmente porque muestra que, por mucho que a veces parezca que toma nuestro crecimiento espiritual, siempre estamos todos creciendo, sin dar pasos atrás, en nuestra comprensión de la infinitud de Dios.
Clara Thaller
Salzburgo, Austria