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El mensaje de la Biblia: ¿Vale la pena luchar o pelear por él?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 12 de diciembre de 2024


Un punto que la Biblia deja claro desde el principio es que Dios tiene algo que decir. Dios quiere ser conocido. Dios quiere que escuchemos el mensaje de la divinidad y que este nos ayude. No obstante, lo que también se ve desde el comienzo en la Biblia es que cuando se da la Palabra de Dios, hay una tendencia humana a discutir sobre ella en lugar de escucharla. De hecho, el relato de la Biblia de cuando Dios escribió algo por primera vez y se lo dio a la humanidad es cuando Dios le da a Moisés los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra. Cuando Moisés va a compartir el mensaje de Dios con los israelitas, descubre que están haciendo cosas que están tan en desacuerdo con Dios que se enfurece y rompe las tablas en pedazos. A veces parece como si las religiones se hubieran estado rompiendo en pedazos desde entonces por desacuerdos sobre cómo se debe entender y vivir la Palabra de Dios. 

El descubrimiento de la Ciencia Cristiana arroja una luz única sobre estos temas bíblicos y trae la reforma necesaria a la manera en que se puede leer y entender la Biblia. Mary Baker Eddy, su Descubridora, llegó a comprender que los llamados milagros de la Biblia, cuando se toman en conjunto, en realidad revelan —anuncian— una ley fundamental de la bondad, el poder y el amor de Dios. De hecho, a través de su propia experiencia de ser sanada y luego sanar a otros, se dio cuenta de que los sucesos de la Biblia revelaban que Dios era un Principio divino siempre en operación. 

La acción de esta ley de Dios, el bien, es evidente en toda la Biblia, especialmente en el cristianismo que Jesús sacó a la luz y enseñó a sus seguidores. Como explica la Sra. Eddy, “Jesús dio poder a sus discípulos (alumnos), sobre toda clase de enfermedades; y la Biblia fue escrita para que todos los pueblos, en todas las épocas, tuviesen la misma oportunidad de llegar a ser alumnos del Cristo, la Verdad, y así ser dotados por Dios de poder (conocimiento de la ley divina), y con ‘señales que… [los] seguían’” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 190).

Una vez que nos damos cuenta de que el poder del Cristo, tan evidente en la Biblia, puede ser comprendido y aplicado en nuestras vidas hoy de una manera que trae curación a través de la Ciencia del Cristo, leemos la Biblia de una manera diferente. Ya no leemos simplemente para luchar con lo que dice el texto, cómo está traducido o el contexto histórico en el que se escribió; todo lo cual puede ser útil, pero es secundario. Leemos, principalmente, para experimentar de primera mano el poder de Dios que se nos está revelando a través del amor de Dios por nosotros. Esto hace que la Biblia sea una amiga y una guía para estos tiempos y más allá.

A veces es difícil para las personas de fe tener una conversación sobre la Biblia tal como es. Se tiene la tendencia a querer defender nuestros propios puntos de vista sobre ella. O simplemente podemos sentirnos inclinados a evitar hablar de esos momentos en los que su mensaje puede parecer muy frustrante e impenetrable. Si por un momento podemos aceptar que realmente hay un significado espiritual de la Biblia que nos da el poder para vivir como hijos de Dios, y que incluye la autoridad que se esperaría que los herederos del Espíritu infinito tuvieran sobre la enfermedad y la limitación inherentes a la materia, entonces ¿no valdría la pena luchar por esa comprensión con todo nuestro corazón? 

Debemos tener hambre del bien. Debemos tener sed de la Verdad. Ciertamente, no podemos darnos el lujo de distraernos con debates sobre la forma del mensaje cuando la energía vibrante del mensaje está tan cerca. Como Jesús dijo una vez: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29). El Maestro no solo quería que tuviéramos las palabras de la Biblia; sabía que lo importante era experimentar la realidad y el poder de Dios de los cuales dan testimonio las palabras.   

Hace muchos años, cuando mi esposa y yo estábamos planeando nuestra boda, nos reunimos con el ministro que había acordado realizar la ceremonia. Si bien él estaba algo interesado en escuchar cuánto nos amábamos mi prometida y yo y cuánto teníamos en común, se centró principalmente en una pregunta específica, que ha permanecido conmigo en los más de cuarenta años de matrimonio que han seguido. Él nos preguntó: “Cuando surgen desacuerdos, como pasa en todas las relaciones, ¿cómo pelean?”. 

La pregunta nos recordó que la forma en que abordábamos los desacuerdos era mucho más importante que quién terminaría teniendo razón sobre un tema en particular. La razón por la que nos comprometimos a casarnos fue para descubrir lo que podíamos construir juntos a partir del cuidado desinteresado el uno por el otro, la alegría compartida, la confianza y el apoyo mutuo por la perspectiva del otro, y el amor. Si alguna vez se hubiera permitido que el enfoque se convirtiera en que una persona ganara mientras la otra perdía, el verdadero perdedor habría sido el matrimonio mismo. 

En una época en que la gente anhela profundamente obtener respuestas espirituales a los desafíos de la vida, quienes han encontrado consuelo en el mensaje de la Biblia harían bien en preguntarse: “Cuando otros tienen un punto de vista de la Biblia o una preferencia por las traducciones de la Biblia que es diferente a la mía, ¿cómo peleamos?”. Lo más probable es que dentro de más de cuarenta años, las personas que miren hacia atrás hoy no se pregunten quién ganó los desacuerdos sobre las traducciones de la Biblia. Se preguntarán si la gente de hoy pudo o no probar que el mensaje espiritual de la Biblia trajo verdadera curación a la vida de la gente. 

Scott Preller, Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana 

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