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Rápida curación de la mordedura de una ardilla

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 22 de diciembre de 2025


Un frío día de invierno, estaba paseando por un jardín público cuando una ardilla corrió hacia mí. Se paró sobre sus patas traseras y me rogó que le diera comida.  Ocurrió que tenía una bolsita de cacahuetes sin sal en mi bolsillo, y yo estaba tan cautivada por su dulce carita que no pude evitar ofrecerle una. Rápidamente lo tomó y salió corriendo, pero otras ardillas en el parque comenzaron a acercarse a mí. Antes de que me diera cuenta, estalló una pelea y como resultado mis manos terminaron seriamente mordidas y arañadas. Me puse de pie, sacudiendo una mano con vehemencia y diciéndole a una ardilla que se aferraba con dientes y garras que soltara mi pulgar. Finalmente, lo hizo. Ambas manos sangraban mucho, así que las cubrí para evitar una mayor pérdida de sangre. 

Me pregunté dónde obtener ayuda y recordé que había una empresa de administración de edificios cerca. Al ir en esa dirección, me encontré con dos empleados que regresaban a trabajar allí e inmediatamente se ofrecieron a ayudarme. Me limpié en sus instalaciones mientras encontraban algunos vendajes y me ayudaban a aplicarlos. Estaban muy preocupados porque continuaba sangrando a través de los vendajes y dijeron que pensaban que necesitaría puntos de sutura y una vacuna contra la rabia. Estaba muy agradecida por su atención y ayuda inmediata. Sentí amor por la amabilidad con la que hacían todo, y les aseguré que me ocuparía de ello. 

Cuando me fui a casa, pensé en lo que habían dicho, pero luego me vino a la mente otro pensamiento: Podía sanar a través de la oración como enseñó Jesús y lo explicó Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Sabía que había practicistas de la Ciencia Cristiana que podían apoyarme con este tipo de oración sanadora y enfermeras de la Ciencia Cristiana que podían ayudarme a vendar la herida. Humildemente pregunté: “Dios, ¿qué debo hacer?” Luego me detuve a escuchar. Fue entonces cuando surgió en mi pensamiento este versículo de la Biblia: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10), seguido de las ideas de Isaías 41:10: “Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.  

De inmediato, me sentí en paz. No tenía miedo y no pensaba en mi pulgar o mis manos. En cambio, estaba pensando en la “justicia” y en lo que significa para mí: que Dios es solo bueno, justo, puro, amable y cariñoso. Pensé en la “diestra” de la justicia de Dios que conduce y guía cada uno de mis pasos.

Luego pensé en las ardillas y en lo mucho que todavía las amaba. Las vi inocentes y juguetonas. Ciencia y Salud explica: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514). Sabía que, en verdad, las ardillas no podían lastimarme, y yo no podía lastimarlas. Sentí mucho amor por ellas y por los empleados que acababan de ayudarme. Sentí que Dios me amaba, como si me sostuviera en un cálido abrazo. 

Cuando llegué a casa, fui a lavarme y a ponerme vendajes nuevos antes de dar cualquier otro paso. Sin embargo, cuando quité los viejos, la herida en mi pulgar estaba completa y perfectamente cerrada, y ya no sangraba. Lo único que pude ver fue una línea de tres centímetros; ¡apenas podía decir que había sido herida! En dos días, toda evidencia de una herida y rasguños había desaparecido por completo.

Aprendí varias cosas de esta experiencia:

Primero, aprendí lo importante que es no dejarse vencer por el miedo. Cuando no  tuve miedo, el resultado fue esta curación rápida y bastante dramática.

En segundo lugar, aprendí la importancia de enfocarme en Dios en lugar de en las heridas. Ciencia y Salud habla de apartar la mirada del cuerpo hacia la Verdad y el Amor para sanar (véase pág. 261). En lugar de centrarme en el cuerpo, me centré más en el amor que sentía de Dios y de las dos personas que tan amablemente se preocuparon por mi bienestar. Estaban expresando amor de la mejor manera que sabían.

En tercer lugar, vi la importancia de ser humilde y estar quieta para poder escuchar la guía de Dios, la Mente divina. Me volví de todo corazón a Dios sin ninguna noción preconcebida sobre lo que debía suceder.

En cuarto lugar, aprendí que Dios es una ayuda siempre presente, siempre cerca cuando recurrimos al Amor divino en busca de ayuda. 

Todo esto trajo paz y no dejó lugar al miedo. Como dice 1 Juan 4:18: “El perfecto amor echa fuera el temor”. Experimenté la presencia amorosa y sanadora que hace que la enfermedad se desvanezca “en su nada origi­nal, como el rocío ante el sol de la mañana” (Ciencia y Salud, pág. 365).

Estoy agradecida a Dios y por el amor, la salud y la alegría que Él proporciona. También estoy agradecida por la dedicación de la Sra. Eddy a compartir la Ciencia del Cristo sanador. La Iglesia de Cristo, Científico, que ella estableció ofrece muchas vías para ayudar a la humanidad a obtener una mejor comprensión de Dios y Su poder sanador.

Margee Lyon
Boston, Massachusetts, EE. UU.

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