Al principio de mi práctica pública de la Ciencia Cristiana, alguien me llamó tarde una noche para ver si podía orar por una mujer (una Científica Cristiana) que estaba semi-consciente y delirando. Acepté orar por ella y me puse a trabajar para comprender más plenamente que Dios es Vida.
En primer lugar, necesitaba desafiar el pensamiento temeroso de que ella estaba a las puertas de la muerte y que de alguna manera tenía que salvarla a través de la oración. Me sentí agradecida de haber aprendido que los estudiantes de la Ciencia Cristiana no oran reflexionando sobre las circunstancias del paciente o el problema. Oramos para que Dios nos muestre más acerca de Su totalidad. De esta manera, Dios es visto como el único “asunto” envuelto en la curación. Mary Baker Eddy afirma en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Es nuestra ignorancia de Dios, el Principio divino, lo que produce la aparente discordancia, y el entendimiento correcto de Él restaura la armonía” (pág. 390).
Así que oré hasta que me sentí alegremente consciente de Dios como la única Vida, y de esta mujer como la necesaria expresión de la Vida. Luego me fui a la cama.
Por la mañana recibí una llamada de que esta mujer estaba completamente alerta, sentada en la cama y desayunando tranquilamente. La atendían enfermeras de la Ciencia Cristiana. Quedé en hacerle una visita más tarde esa mañana.
Cuando entré en la habitación, me encontré con una encantadora mujer de cabello gris que me preguntó sin rodeos si yo era la practicista a la que habían llamado la noche anterior. Le dije que sí, con toda la autoridad que pude. ¡Entonces me dijo que me fuera! Dijo que estaba en su décima década, que su esposo y todos sus amigos ya se habían ido y que se quería morir.
Lo que salió de mi boca a continuación nos sorprendió a las dos: “¿Pensabas que estuve orando para mantenerte con vida? Oré para saber que Dios es Vida, y yo no puedo ser responsable de lo que eso hizo”. Ella se rio y me invitó a sentarme.
Lo que siguió fue un tiempo de intercambio mutuo, una efusión tremendamente inspiradora sobre lo que ambas estábamos escuchando de Dios acerca de la Vida y nuestra coexistencia eterna con la Vida. Unas semanas más tarde, recibí la noticia de que esta mujer había fallecido sin fanfarria ni lucha.
El día que falleció, oré para apreciar el dominio y la continuidad de su caminar “por el sendero de la Verdad, tanto antes como después de lo que se llama muerte”. El pasaje completo de Ciencia y Salud dice: “La Vida es imperecedera. La Vida es el origen y la finalidad del hombre, jamás es alcanzable por medio de la muerte, sino que se gana caminando por el sendero de la Verdad, tanto antes como después de lo que se llama muerte” (pág. 487).
Cada vez más me encuentro orando para comprender cómo “caminar por el sendero de la Verdad” pensamiento por pensamiento, en lugar de simplemente tratar de mantenerme viva en una historia mortal. Este es, pues, mi trabajo diario: estar consciente de que Dios es Vida y que, como dice la Biblia, “ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6).
¿Significa eso que no importa si fallecemos, y por lo tanto simplemente consentimos en dejar que suceda porque sabemos que no llegaremos a su fin? ¡No! La creencia en la muerte no es nuestra amiga. “Caminar por el sendero de la Verdad” expande nuestro sentido de la Vida como Dios en lugar de simplemente prolongar una línea de tiempo humano lineal. Usar la oración solo para alejar la muerte es una agenda totalmente diferente. Qué cosa tan terrible es sentir que estamos en una cinta transportadora que comenzó con el nacimiento, tiene capítulos y episodios (algunos buenos y otros malos) y por último nos empuja al final hacia lo desconocido. Si perseguimos una agenda de vida en la materia, tratando de “ganar el juego”, en algún momento nos enfrentaremos al hecho de que la materia, alias mente mortal, establece las reglas en este escenario.
La muerte no puede ser lo que la Vida, Dios, ha ordenado para nosotros —para nadie— y Cristo Jesús lo demostró en su triunfante victoria sobre la tumba. Su resurrección y ascensión mostraron cómo cambió la agenda, caminando con dominio pensamiento por pensamiento con Dios. Él dejó completamente de lado la pretensión de la muerte, demostrando la Vida eterna. Y nosotros también podemos empezar a enfrentar la creencia de la muerte, sin importar en qué etapa o edad parezcamos estar. Tener una mente espiritual aporta longevidad, fuerza, propósito y dominio a cada faceta de nuestra experiencia.
En 2022, pude crecer en esta comprensión de Dios como mi fuerza y mi vida en un viaje a la Tierra Santa. La oportunidad de ir a este viaje de estudio bíblico surgió en el último minuto, y no había tenido tiempo de caminar largas distancias para prepararme, así que sentí cierta inquietud acerca de mi capacidad para seguir el ritmo. (Íbamos a recorrer mucho terreno.) Pero un amigo de la Ciencia Cristiana a quien le expresé mi preocupación me miró directamente a los ojos y me dijo: “Nunca aceptes ese pensamiento. ¡Eres la idea ilimitada de Dios y puedes hacer todo lo que Dios te da para hacer!”.
Lo que más aprecié de esta reprimenda firme pero amorosa fue que me recordó que era libre de caminar pensamiento por pensamiento con Dios. Eso es lo que me sostiene, y un cuerpo supuestamente envejecido no podría impedir que exprese esta libertad y dominio.
En nuestro viaje, hubo largos días de caminatas, así como trepar por senderos en acantilados, e incluso la aventura de montar en burro durante varios kilómetros. Me encantó descubrir que mantenía el ritmo fácilmente y, a veces, incluso estaba al frente del grupo. Pero lo mejor de todo es que estaba agradecida de sentir que obtenía cada vez más claridad sobre lo que significa “caminar por el sendero de la Verdad”. Después del viaje, disfruté de las vacaciones con muchas visitas a mi familia y una semana de cuidar a mis nietos.
La definición de muerte en el Glosario del libro de texto de la Ciencia Cristiana dice, en parte: “La carne, que guerrea contra el Espíritu; lo que se libera penosamente de una creencia sólo para ser encadenado por otra, hasta que toda creencia de que hay vida donde la Vida no está cede ante la Vida eterna” (pág. 584). En lugar de temer de una preocupación mental a otra o buscar validación en la materia, podemos comenzar a caminar por el sendero de la Verdad ahora mismo preocupándonos solo por dejar que Dios nos dé nuestros pensamientos, tal como Le dio a Cristo Jesús sus pensamientos. Esto nos libera del miedo a la muerte o de la tentación de querer morir. Nos permite renunciar a la “creencia de que hay vida donde la Vida no está”, y seguir adelante aquí y ahora al “ceder a la Vida eterna”.
Cuando adoramos a Dios como Vida, es natural que esta comprensión sane la enfermedad, traiga fortaleza y libertad a nuestros años avanzados, y marque el comienzo de un intrépido dominio. Pero más allá de todo este beneficio considerable, se está aferrando a la Vida eterna ahora, donde todas las preguntas sobre la muerte se desvanecen y estamos seguros de que caminamos por el sendero de la Verdad. Nuestra vida es ininterrumpida en Dios.