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¿Qué estás esperando?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 2 de septiembre de 2024


Si te encuentras en “modo de espera” más a menudo de lo que te gustaría, no estás solo. Tal vez estés esperando desde hace mucho tiempo que se cumpla alguna esperanza personal o profesional. O que otra persona haga algo que tú crees resolverá un problema y mejorará tu vida. 

La Biblia contiene numerosas referencias a la espera; muchas de las cuales afirman que traerá respuestas, recompensa o fruición. En los Salmos, entre otros, leemos: “Al Señor esperé pacientemente, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor” (40:1, LBLA). En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras y otros escritos, Mary Baker Eddy indica que la espera tiene una función importante en nuestro crecimiento espiritual; que no es una actividad pasiva o sin propósito. Por ejemplo, ella dice: “Cuando esperamos pacientemente en Dios y buscamos con rectitud la Verdad, Él endereza nuestra vereda” (Ciencia y Salud, pág. 254). 

Pero en una época que a menudo parece exigir una gratificación instantánea, esperar puede parecer difícil, frustrante o incluso injusto. Al fin y al cabo, “¿Qué estás esperando?” tiene un doble significado. El primero es la pregunta directa. El segundo es en realidad un estímulo para hacer algo; por ejemplo, una madre podría decirle a su hijo adolescente: “¿Qué estás esperando? ¡Ve a solicitar ese trabajo de verano ahora mismo!”. Esto implica que no hay necesidad de esperar y que debemos avanzar en el momento presente.

Entonces, para determinar si nuestra espera tiene validez, merece la pena discernir qué es lo que realmente estamos esperando y por qué. En muchos de los pasajes de la Biblia que mencionan la espera, en verdad hay un solo objetivo de la espera: Dios. En realidad, nunca estamos esperando un suceso o una cosa física. Los Salmos a menudo se refieren a esperar en Dios, como en el siguiente versículo: “Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti espero todo el día” (25:5, LBLA). Podemos tener un propósito en nuestra espera al confiar en Dios y  servirlo con humildad, aunque el paso del tiempo no sea un factor en nuestra espera, a pesar de que a veces lo parezca.

En la Ciencia Cristiana para comprender a Dios, el bien, es fundamental la verdad de que Él es Todo y que, como Amor divino, satisface todas nuestras necesidades. “Lo tengo todo, Suyo soy / y mío es Él por siempre”, dice un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana, al referirse a Dios (Henry W. Baker, N° 330). Por lo tanto, si estamos esperando algo que creemos que nos falta, es útil estar abiertos a esperar en Dios, quien ya ha suplido la necesidad, aunque aún no se haya entendido o percibido.

Un ejemplo bíblico de esto se encuentra en el Génesis. La sierva Agar y el hijo que tuvo con Abraham han sido exiliados al desierto con un solo recipiente de agua, que ya han consumido. Convencida de que les falta agua, Agar teme que su hijo muera, y cree que estar a la espera de ser rescatada y abastecida de agua en el desierto es poco probable que dé fruto (véase 21:9-19).

Pero la provisión de Dios es incesante, y el hecho de que Agar esperara o confiara en Dios en su momento de necesidad, literalmente le abrió los ojos para que viera un pozo de agua que estaba cerca, pero que necesitaba descubrir: “Dios abrió los ojos de ella, y vio un pozo de agua; y fue y llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho”. Así que la necesidad no era que alguien trajera más agua, sino que Agar tuviera la conciencia impulsada por Dios para ver la provisión que ya existía. 

En mi estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido que cuando una carencia es evidente, la mejor solución proviene de estar dispuesto a hacer una pausa y esperar en Dios para obtener el discernimiento inspirado del hecho de que todo lo que realmente se necesita está a la mano. Este enfoque siempre ha dado mejores resultados que embarcarse apresuradamente en un curso de acción para tratar de satisfacer una necesidad. Si Agar de repente hubiera comenzado a buscar agua, podría haber pasado por alto el pozo que estaba a mano.

He descubierto que a veces el progreso esperado parece retrasarse y la espera, larga o difícil. Pero al esperar o apoyarse en Dios, el progreso se manifiesta, y en algún momento incluso se hace evidente que la demora era necesaria. En otras ocasiones, he llegado a ver que lo que sentía que estaba esperando en última instancia no era el resultado correcto, y lo que realmente era mejor quedó claro. Ciencia y Salud dice: “Al contemplar las infinitas tareas de la verdad, hacemos una pausa, esperamos en Dios. Luego avanzamos, hasta que el pensamiento ilimitado se adelanta extasiado, y a la concepción sin confines le son dadas alas para alcanzar la gloria divina” (pág. 323). 

Nuestro Padre-Madre Dios proporciona todo lo que es bueno para cada uno de nosotros. Eddy nos asegura que “... es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 307).

Ese es el tipo de seguridad derivada de Dios por la que vale la pena esperar. 

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