En el bachillerato, realmente me centré en la imagen corporal y la belleza. Pasé mucho tiempo comparándome con otras chicas. Esto me llevó a sentir que necesitaba perder peso para convertirme en lo que pensaba que era atractivo. Comencé a restringir mi ingesta de alimentos, a hacer ejercicio para quemar calorías y a pesarme para verificar mi “progreso”.
A pesar de que adelgacé mucho y obviamente me estaba poniendo en peligro, no me importó. Todavía tenía una visión negativa de mí misma y continuaba buscando la belleza en mi imagen cada vez más delgada en el espejo.
Antes de esto, siempre me había gustado leer la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, y asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Pero a medida que me hundía más en estos comportamientos desordenados, mi amor por el crecimiento espiritual disminuía. Me sentía cada vez más apática con respecto a Dios, la Ciencia Cristiana y la iglesia. Parecía como si estuviera atrapada en una espiral descendente.
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