En determinado momento me senté solo, orando algo así como: “Vaya, honestamente pensé que me iría bien en esto de criar a los hijos; pero Dios mío, siento que estoy estropeándolo todo y realmente, realmente necesito Tu guía en este momento para ayudar a estos niños”.
En la Biblia, el apóstol Pablo dijo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10). Y por muy horrible que se sienta la debilidad humana, en muchos sentidos no es un mal lugar donde estar; especialmente en relación con la crianza de los hijos. Comprender que no puedes hacerlo por tu cuenta abre la puerta para que busques la presencia divina y escuches la guía de Dios. En ese instante, tuve el profundo deseo de reflejar la crianza que el Padre-Madre brinda a nuestros hijos, de poner en práctica lo que entendía de la verdad de Dios, de mí mismo y de mi familia.
Y esa noche Dios me ayudó. Escuché tres cosas sobre la crianza de los hijos desde una base espiritual que necesitaba aprender. Desde entonces, tanto mi comprensión de esas cosas como mi capacidad para ponerlas en práctica han ido creciendo. Las tres cosas eran: esperar en Dios, cultivar el trigo y entregar el niño a Dios.
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