El hombre estaba enojado. Se sentía degradado, moralmente superior y ofendido, y buscaba venganza. Parecía que la violencia estaba a punto de estallar. Sin embargo, alguien en la comunidad estaba pensando con calma, sabiduría, humildad, y adoptó un enfoque civilizado que calmó la situación. Se evitó la violencia y se estableció la paz.
Esta es la historia bíblica de David y Abigail, la esposa de un rico dueño de propiedades cuyo trato a los hombres de David enfureció mucho a este. Cuando Abigail se enteró de la tensa situación, se apresuró a ir a ver a David; no de manera grosera, con ira o mal genio, sino con cortesía y humildad. David, conmovido por la sabiduría y la modestia de Abigail, cedió y le agradeció por haberlo salvado de cometer actos de los que más tarde se hubiera arrepentido (véase 1.° Samuel 25).
Si bien esta historia se desarrolló hace unos 3.000 años, tiene mucha relevancia hoy en día. Cuando los ánimos se caldean y la justificación propia retumba, ¿podemos encontrar una manera tranquila y civilizada de avanzar? ¿O estamos condenados a ser dominados por el temor y la ira?
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