Lo admito. Soy un experto en la Biblia, alguien con un profundo entusiasmo e interés en la Biblia. Estoy particularmente motivado por el primer artículo de fe de la Ciencia Cristiana: “Como quienes se adhieren a la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 497).
La última vez que leí la Biblia de principio a fin me di cuenta de algo nuevo: La inclusión es un tema primordial. Esto es digno de mención, ya que la gente a veces piensa que la Biblia es crítica, exclusivista o incluso divisiva.
El Antiguo Testamento, o las Escrituras Hebreas, se centra en los hijos de Israel, descritos como escogidos por Dios. Esto no fue para delimitar las bendiciones de Dios, sino para ilustrar y compartir la universalidad y el abrazo incondicional de esas bendiciones. Dios prometió que, a través de Abraham, el patriarca del pueblo hebreo, “serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3, LBLA). En el Nuevo Testamento, Pablo reconoció que pertenecer a la familia de Dios no depende de la etnia, el ritual o la cultura, sino que se realiza al llenar el corazón de amor por Dios y por la humanidad (véanse Romanos 2:25-29 y 1 Corintios 13:1-13). Al hacerlo, demostramos que todos somos escogidos por Dios para recibir bendiciones infinitas.
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