Una mañana temprano, me desperté con este pensamiento: “Ve el cuadro completo”. Sonriendo, me quedé en la cama un rato para reflexionar sobre eso. Ante mí vi la luna, cuyo ciclo parece hacerla más grande y más pequeña. Pero nadie pensaría que esto sucede realmente, porque sabemos la verdad sobre la luna. Es completa y permanece inalterable, independientemente de las fases lunares y de cómo aparezca a un observador.
Entonces pensé en una conversación que había tenido con un granjero preocupado, en la que dijo: “Necesitamos lluvia. Nuestro suelo está muy seco. Las napas de agua subterránea están bajas. Los ríos y arroyos están más vacíos que nunca”. ¿No escuchamos todos a veces declaraciones como esta o informes en las noticias, y sentimos miedo? Tal vez sientas cierta impotencia porque no puedes cambiar nada de eso. Yo misma había tenido sequía en nuestro jardín, y había visto arroyos y ríos cada vez más vacíos. ¿Había percibido todas estas imágenes de escasez y las había aceptado? ¿Había estado de acuerdo silenciosamente con ellas sin siquiera darme cuenta, en lugar de “ver el cuadro completo”?
Me detuve un momento, escuché y dije para mis adentros: “¡No! Dios ama a Su creación y le proporciona todo lo que necesita, por lo que la sequía no puede ser el cuadro completo”. Sentí un indicio de amor: el amor de Dios que cuida de todo perfecta y gentilmente.
Me volvió nuevamente el pensamiento de esa mañana temprano, y le di más espacio para que se desarrollara. Comencé a razonar espiritualmente, como he aprendido a hacer en la Ciencia Cristiana. Razoné que ahora, en este momento, podía percibir “el cuadro completo”: la creación espiritual íntegra y perfecta. En otras palabras, podía “considerarlo verdadero”, como significa literalmente la palabra alemana para percibir. Así como la luna está completa, y no es tocada por las perspectivas, pensamientos y experiencias de aquellos que la observan, la verdad acerca de la creación espiritual de Dios —que es completa y buena— nunca puede ser alterada. Estaba muy agradecida por la claridad y sencillez de estos pensamientos, que iban acompañados de un sentimiento de seguridad.
Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (págs. 476-477). Como sus seguidores, podemos ver, como lo hizo Jesús, no solo al hombre perfecto, sino también la creación perfecta, incluido nuestro ambiente natural. En todo momento somos capaces de cambiar nuestra perspectiva, nuestro punto de vista, el foco de nuestra atención, y aceptar que la creación espiritual de Dios es siempre completa, íntegra, perfecta. La gracia del Amor divino hace que esta verdad sea palpable, perceptible —aceptable como verdadera— aquí y ahora.
Satisfecha, me levanté para escribir este artículo. Sin embargo, me pregunté: “¿Qué ejemplo concreto de mi práctica de la Ciencia Cristiana muestra que no solo puedo 'percibir el cuadro completo', sino también experimentarlo?”.
Un día nuestro jardinero dijo abatido que el jardín estaba muy seco. No había habido suficiente lluvia en los últimos años. Pensó que lo mejor sería que nevara, pero hacía demasiado calor para eso.
Después de que se fue, me detuve un momento, pensando que, si lo mejor era que volviera a nevar, ¿por qué no iba a suceder eso? Sonriendo, la luna llena apareció en mis pensamientos, y volví a sentir el amor que Dios tiene por Su creación. El Amor divino proporciona a la creación lo que necesita, cuando lo necesita, sea lo que sea. Y con eso, sentí que el problema estaba solucionado.
Pasaron un par de días y refrescó mucho. Me interesó escuchar en las noticias que pronto nevaría por encima de los 1.000 metros (unos 3.250 pies). Estaba feliz y emocionada porque nuestra casa en Austria está a 800 metros (unos 2.600 pies).
Me desperté temprano a la mañana siguiente y estaba lloviendo, muy suave e incesantemente. Ya estaba nevando en las montañas, y a eso de las 11 de la mañana apenas podía creer lo que veían mis ojos: ¡la lluvia se había transformado en enormes copos de nieve! Nevó y nevó durante unas treinta horas. Los narcisos de nuestro jardín estaban suavemente envueltos en nieve, como si alguien los hubiera empacado con amor. Nuestros coloridos macizos de tulipanes estaban floreciendo con maravillosos “tulipanes de nieve”. Sus fuertes tallos, rodeados por un manto de nieve de unos 15 centímetros (casi 6 pulgadas) de grosor, sostenían sus coloridas flores en el aire. ¡Qué espectáculo tan mágico!
Poco a poco, la temperatura empezó a subir a lo largo de los días siguientes. La nieve comenzó a derretirse, justo al ritmo en que la tierra podía absorberla. Entonces entendí por qué la nieve que se derrite lentamente es tan buena: el agua derretida puede penetrar profundamente en el suelo no congelado. La nieve también comenzó a derretirse lentamente en las elevaciones más altas. Llena de alegría y gratitud, vi que los arroyos y ríos se llenaban de nuevo y comenzaban a fluir más rápidamente. La provisión de todo lo que la naturaleza necesita continuó sin esfuerzo. En las semanas siguientes hubo muchos días de lluvias intensas. Estoy muy agradecida por el derretimiento de la nieve y la lluvia que continúan llenando los arroyos, ríos, lagos, el suelo y las napas subterráneas.
Ahora te deseo, querido lector, una gran alegría al ver, percibir, el cuadro completo — “aceptarlo como verdadero”— y experimentar la expresión del bien espiritual.