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¿Amar a nuestro prójimo? Pero qué hacer cuando . . .

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 6 de noviembre de 2025


El concepto de amar a nuestro prójimo parece tan simple, pero a veces no se siente así.

Hace unos meses, estaba en nuestro picadero trabajando con un caballo en preparación para la siguiente lección importante. En ese momento, apareció nuestro vecino, haciendo rugir por la carretera lo que sonaba como el vehículo todo terreno (ATV) más ruidoso imaginable. Hacer esto una vez hubiera sido realmente malo, pero él solo condujo menos de un kilómetro antes de dar la vuelta y regresar, y lo repitió una y otra vez. Mi caballo estaba desatento y consternado. Al principio, sentí lo mismo, pero luego me vino a la mente la parábola de Jesús del buen samaritano (véase Lucas 10:25-37). 

Más temprano esa mañana, había estado estudiando y orando con las enseñanzas de Jesús sobre amar a nuestro prójimo. Entonces me di cuenta de que era hora de poner en práctica esas poderosas lecciones. De inmediato, mi rencor hacia mi vecino se aplacó, y oré humildemente para perdonarlo y apreciarlo como hace Dios, por ser Su imagen o reflejo. Pronto, se alejó, y el caballo y yo dimos un paseo tranquilo y productivo. Estaba agradecida por esta oportunidad de amar a mi prójimo.

No obstante, días después, este vecino repitió sus ruidosos paseos de un lado a otro de la carretera, y esta vez le pedí que por favor se detuviera.

Estacionó en nuestro camino de entrada y rápidamente até el caballo para lidiar con lo que pensé que sería un enfadado intercambio y un sermón sobre los derechos de los propietarios. Pero para cuando llegué allí, el hombre y mi esposo estaban manteniendo una amable conversación. Nos dijo que estaba buscando a su perro que se había perdido y nada se mencionó sobre mi arrebato. Mi esposo y yo descubrimos que nuestro vecino era un joven amable y trabajador. Más tarde, me enteré de que el perro había regresado a su casa, y ya no se ha vuelto a ver ni saber nada del ATV. 

Estoy muy agradecida por esta modesta experiencia de amar a mi prójimo. Pero ¿qué pasa cuando parece que estamos continuamente sufriendo de heridas a manos de los demás? Debido a que Dios es el Amor infinito, Sus hijos pueden confiar en el hecho de que “el Amor es reflejado en el amor” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 17).

En un momento de mi carrera, me encontré en una situación laboral en la que el entorno mental podría etiquetarse hoy como “tóxico”. Antes del primer día, me advirtieron sobre las preocupantes tácticas de algunos de los empleados. Su comportamiento no era ilegal, pero estaba muy cerca del límite. La situación requería de mi parte tanto oración diaria como amor desinteresado. 

En el fondo, sabía que mi propósito en ese equipo era expresar hacia todos el amor propio del Cristo; dejar que el Cristo, la verdadera idea de Dios, elevara mi pensamiento para ver a estos colegas como realmente eran: los hijos de Dios, espirituales y buenos. Muchos versículos bíblicos y citas de los escritos de la Sra. Eddy me sostuvieron durante mi tiempo en ese puesto. Al principio, por ejemplo, al tratar con la mala voluntad, oré con este versículo de la Biblia: “Cuando el enemigo venga como un diluvio, el espíritu del Señor levantará un estandarte contra él” (Isaías 59:19, KJV).

La necesidad de sabiduría, discreción y vigilancia era primordial. A menudo, después del trabajo, daba largos paseos por el bosque para escuchar en silencio los mensajes angelicales de Dios. Y a diario me alimentaba suavemente la tierna y sanadora inspiración y guía de Dios. Recordé que cuando nuestro corazón y pensamiento están llenos de amor, comprendemos que no tenemos enemigos. También sabía que “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1.° Juan 1:5).

A pesar de lo difícil que era la situación a veces, me esforzaba sinceramente por saber que todos estaban abrazados por el Amor divino, y vi muchos ejemplos maravillosos de esta oración que tenía un impacto positivo en el trabajo que pude hacer. Nunca antes había experimentado tal exigencia de amar como Jesús nos enseñó a hacer. De su ejemplo, aprendemos a ver a todos, incluso a aquellos que parecen ser nuestros enemigos, como Dios los ve; para amar, orar y perdonar, y nunca reaccionar con ira o buscar venganza. 

Cuán agradecida estoy por el crecimiento en gracia que experimenté durante este tiempo. Finalmente, me ofrecieron un puesto similar en otro lugar. Todos los integrantes del equipo fueron solidarios y amables y disfruté de unos años maravillosos. También me alegró saber que el ambiente aparentemente tóxico de mi trabajo anterior fue reemplazado por un clima de pensamiento y comportamiento mucho mejor. 

Por estas lecciones de amar a nuestro prójimo con la sencillez propia de un niño y profunda humildad, estoy sinceramente agradecida.

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