El verano pasado, mientras trabajaba con caballos en el corral del campamento, parecía que ninguno de los vaqueros se sentía bien. Yo luchaba con síntomas similares y me resultaba muy incómodo hablar.
Decidí orar de la manera en que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Ella compartió conmigo la útil idea de que la Verdad —es decir, Dios— es el único comunicador. La Verdad me comunica lo que es verdadero acerca de mí a lo largo de cada día. Y esta comunicación directa de la Verdad está al alcance de todos. Esto fue particularmente provechoso para replantear las cosas que escuchaba de otras personas en el corral. Sabía que solo los mensajes de la Verdad tienen validez.
También busqué algunas definiciones en un diccionario para obtener una nueva perspectiva sobre la palabra comunicar. Me gustaron estas tres: