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Para jóvenes

Aprende más acerca de la curación, en el campamento

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 1º de septiembre de 2025


El verano pasado, mientras trabajaba con caballos en el corral del campamento, parecía que ninguno de los vaqueros se sentía bien. Yo luchaba con síntomas similares y me resultaba muy incómodo hablar.

Decidí orar de la manera en que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Ella compartió conmigo la útil idea de que la Verdad —es decir, Dios— es el único comunicador. La Verdad me comunica lo que es verdadero acerca de mí a lo largo de cada día. Y esta comunicación directa de la Verdad está al alcance de todos. Esto fue particularmente provechoso para replantear las cosas que escuchaba de otras personas en el corral. Sabía que solo los mensajes de la Verdad tienen validez.

También busqué algunas definiciones en un diccionario para obtener una nueva perspectiva sobre la palabra comunicar. Me gustaron estas tres: 

1. “Impartir; dar a otro, como partícipe”

2. “Impartir, como conocimiento; revelar”

3. “Participar de la cena del Señor”

(Noah Webster, An American Dictionary of the English Language)

La tercera definición, que hace referencia a Jesús, me hizo pensar en el pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras en el que la autora, Mary Baker Eddy, habla sobre cómo Jesús veía a las personas y se comunicaba con ellas. Ella escribe: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos” (págs. 476-477).

Después de eso, cuando escuchaba conversaciones que incluían preocupaciones sobre la enfermedad, trataba de asegurarme de que “contemplaba” u observaba al hombre perfecto, al ver la perfección espiritual que realmente estaba allí en todos. Como se explica en la Biblia y Ciencia y Salud, Dios nos hizo a Su imagen y semejanza, y puesto que Dios es perfecto, nosotros, como reflejo de Dios, expresamos esa perfección. Entonces, cuando reconocemos la perfección de Dios, también vemos al “hombre perfecto”. Reconocí que lo que sabía que era espiritualmente verdadero es siempre la verdad, y sabía que todos podíamos reconocer esta verdad para nosotros mismos y para los demás.

Dos enfoques me llamaron la atención en términos de formas en que podía “[contemplar] … al hombre perfecto”. Uno era negar mentalmente que cualquier cosa que sea desemejante a Dios, el bien, pudiera estar presente y afirmar la presencia eterna del bien, Dios. Otro era, en lugar de hablar sobre cómo “resolver” la enfermedad desde un punto de vista humano, compartir con un par de mis amigos cómo podíamos ver el problema desde una perspectiva espiritual más elevada. 

También me di cuenta de que no debía dejar que mi dolor de garganta me impidiera hacer lo que tenía que hacer. Debido a que Dios, el Espíritu, me hizo espiritual, los sentidos físicos no podían darme información pertinente sobre mi capacidad para participar en una actividad. Dios era mi fuente y provisión, y Él estaba haciendo el movimiento y la comunicación; yo Lo reflejaba. 

Pude completar todas las actividades y ser escuchado incluso cuando necesité hablar más fuerte. También tuve algunas buenas conversaciones en las que logré compartir ideas sobre cómo practicaba la Ciencia Cristiana para satisfacer diferentes necesidades durante el verano. Muy pronto, mi garganta volvió a la normalidad. 

Estoy muy agradecido por las oportunidades de crecer y compartir la Ciencia Cristiana a lo largo del camino.

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