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Cuando me pregunté acerca de una red de seguridad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 22 de septiembre de 2025


A la mitad de mi programa de estudios de cuatro meses en el extranjero en España, recibí una llamada de un colega en los Estados Unidos. “No podremos volver a contratarte cuando regreses de España”, dijo. Hubo un silencio momentáneo mientras luchaba por comprender el impacto de esa noticia.

Había dejado mi trabajo dos meses antes con la seguridad de que me volverían a contratar al final del programa en el extranjero. Mi colega lo sabía y explicó que no tenía nada que ver conmigo ni con mi desempeño. Nuestro empleador simplemente había instituido una congelación de contrataciones como parte de una iniciativa para reducir costos, y yo era una víctima involuntaria de esa congelación.

La noticia fue devastadora. Mi esposo y yo éramos una familia con dos ingresos, y esperábamos depender de mi sueldo no solo para pagar el viaje, sino también para permitirme continuar mi educación y completar mi título sin incurrir en deudas. Como todavía me quedaban dos meses en España, me pareció prudente comenzar una búsqueda de trabajo a larga distancia de inmediato. Caminé hasta el cibercafé más cercano, encontré un asiento vacío y comencé mi búsqueda.

También oré. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, tenía un amor profundo y constante por Dios y gratitud por el cuidado que brinda a Su creación. Había confiado en Él para que me guiara muchas veces, y era natural para mí hacerlo ahora. Estaba convencida de que Su voluntad para mí —para todos— es buena, así que confiaba en que podía contar con Su dirección. Este versículo de la Biblia apoya esta confianza: “Yo sé los pensamientos que tengo acerca de ustedes —dice el Señor—, pensamientos de paz, y no de mal, para darles el fin esperado” (Jeremías 29:11, KJV). Otra traducción lo expresa de esta manera: “Yo sé los planes que tengo para ti, declara el Señor, planes para el bienestar, no para el mal, para darte un futuro y una esperanza” (English Standard Version).

Lo que me había llevado a venir a España en primer lugar era una respuesta a la oración, y consideré el viaje como el regalo de mi vida. ¿Iba a permitir que la falta de trabajo me interrumpiera disfrutar de este regalo? ¿Iba a dejar que me distrajera de sacar el máximo provecho de mi experiencia en España? La respuesta que me llegó fue enfática: ¡No! Podía continuar participando plenamente en el programa de inmersión sin ninguna penalización. Con eso, empaqué mis cosas y salí del café. Los dos meses restantes en España fueron estimulantes y pude saborear cada momento sin temor a lo que me deparara el futuro.

Una semana después de regresar a casa, solicité un trabajo que me había llamado la atención a través de una fuente inesperada. La oferta de trabajo era en una prestigiosa organización sin fines de lucro que estaba a solo treinta minutos en automóvil de mi casa. Era exactamente el tipo de trabajo que había estado haciendo en mi trabajo anterior, por lo que mis habilidades, conocimientos y experiencia eran una combinación perfecta.

Cuando pasaron unas semanas sin escuchar una palabra sobre mi solicitud, decidí solicitar el seguro de desempleo. Fue entonces cuando me enteré de que no tenía derecho a él porque mi empleador anterior, también una organización sin fines de lucro, estaba exento del requisito de proporcionar seguro de desempleo. Por segunda vez, me quedé atónita. ¿Cómo íbamos a llegar a fin de mes mi esposo y yo mientras buscaba trabajo? 

Seguí orando, aunque fui tentada a sentir que estaba caminando por la cuerda floja sin una red de seguridad. Pero el mensaje divino llegó rápidamente: “Dios jamás nos deja sin una red de seguridad”. Todo el temor desapareció. Estaba a salvo y sabía que podía confiar en ese hecho espiritual, a pesar de no saber cómo se manifestaría.

A la mañana siguiente, recibí una llamada del empleador al que me había postulado antes, invitándome a asistir a lo que resultó ser una serie de entrevistas. Finalmente, me ofrecieron el trabajo y lo acepté con gran alegría. No solo era perfecto para mí, sino que venía con un salario más alto que el que había disfrutado anteriormente. Trabajé muy feliz para esta organización hasta que me jubilé.

Pero eso no fue todo. Un beneficio del trabajo, que descubrí solo después de que me contrataran, fue que mi nuevo empleador pagaba la matrícula de los empleados hasta cierta cantidad cada semestre. Esto fue suficiente para completar mi título sin deudas.

Ha sido muy importante para mí cultivar la capacidad de escuchar la dirección de Dios y la sabiduría de seguirla durante la mayor parte de mi vida adulta. He descubierto que siempre podemos amar y confiar en esta promesa bíblica: “Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:21). 

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