Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Cuidemos nuestro propio pensamiento, no el de nuestro prójimo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 20 de octubre de 2025


Cuando nos preocupamos profundamente por un tema que los demás ven de manera diferente, a menudo es tentador intervenir y tratar de ayudarlos a verlo desde otra perspectiva: desde nuestra perspectiva. Y puede ser difícil, en cambio, dar un paso atrás y confiar en que Dios se ocupará de ese problema. Pero ¿qué significa confiar algo a Dios? Seguramente no puede significar no hacer nada.

Recientemente, he aprendido que un impulso obstinado, temeroso o airado de corregir lo que veo como la percepción errónea de otra persona, en realidad, proviene de un concepto erróneo de Dios y Su creación. Si entendemos que Dios es todopoderoso y del todo bueno y que el hombre está hecho a Su imagen y semejanza como enseña la Biblia, entonces ¿por qué creeríamos que Él ha creado a una persona ignorante a quien debemos corregir? El hombre es la idea perfecta de la Mente divina que todo lo sabe, el Amor mismo. ¿Podría esta Mente tener una idea que no exprese sabiduría y compasión? 

En un artículo titulado “Falibilidad de los conceptos humanos”, Mary Baker Eddy escribe: “Si alguien me pregunta: ¿Es correcto el concepto que tengo acerca de usted? le respondo: El concepto humano es siempre imperfecto; desista del concepto humano que tiene usted acerca de mí, o de cualquier otra persona, y encuentre el divino, y tendrá el concepto correcto — y no antes” (Escritos misceláneos 1883-1896, pág. 353). Y continúa animando a los lectores a confiar en Dios para gobernar Su creación en lugar de tratar de cuidarla nosotros mismos.

Entonces, cuando vemos una situación que sentimos que necesita un ajuste, ¿qué es lo que realmente lo necesita? A pesar de las apariencias de lo contrario, de hecho , nunca es otra persona o una situación, sino un concepto humano falso al que debemos renunciar a cambio de lo divino. Y la fuerza de voluntad humana no nos ayudará a lograrlo. Se necesita escuchar humildemente a Dios. Mucho más que no hacer nada, esto es ceder a la visión de Dios, al aceptar que Él tiene el control, y permitir que Él guíe nuestros pensamientos y acciones.

Cuando renunciamos al concepto humano de nuestro prójimo como ignorante, poco receptivo o indiferente, y de nosotros mismos como una especie de salvador, pasamos de tratar deliberadamente de corregir a algún ser humano “desinformado” a estar alerta a la inspiración divina, y permitirnos ser una transparencia para la verdad que la Mente divina conoce y está comunicando a todas sus ideas. Esto nos permite responder con humildad y amor y con total confianza en que Dios y Sus leyes gobiernan y efectuarán cualquier cambio necesario.

Esto puede requerir que silenciemos nuestro propio temor, indignación o sentido de superioridad; cualquier cosa que nos impida ser una transparencia. Es posible que todavía nos sintamos guiados a compartir pensamientos que nos han llegado, o que sintamos que no necesitamos decir o hacer nada más. 

Probablemente todos hemos tenido experiencias en las que cuanto más nos hemos esforzado por convencer a alguien de algo, más fuertemente lo han rechazado. Pero tal vez también hemos tenido conversaciones en las que sabemos que alguien comparte su perspectiva debido a su sinceridad y amor por nosotros. Esta amable persuasión cuando alguien se deja guiar por el Amor divino es mucho más eficaz, incluso si a veces puede implicar una reprimenda que suena severa. 

Jesús escuchaba constantemente la dirección divina, pero jamás tuvo miedo de decir la verdad cuando era divinamente guiado a hacerlo. A menudo expresaba una profunda compasión, incluso cuando estaba dando una reprimenda necesaria; como cuando le dijo a la mujer adúltera a quien otros querían apedrear: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11). Pero también sabía cuándo se necesitaba una acción severa, como cuando expulsó a los cambistas del Templo (véase Juan 2:13-16).

El apóstol Pablo escribió sobre la expresión práctica del amor: “El amor es paciente, el amor es benigno, no es celoso, no se jacta, no es arrogante, no es grosero, no busca su propio beneficio, no es irritable, no lleva registro de las quejas, no está contento con la injusticia, sino que está feliz con la verdad” ( 1.° Corintios 13:4-6, Common English Bible).

Siento que es cuando confiamos en que Dios está controlando toda Su creación que se abre un espacio para que hablemos con gracia y ternura, incluso con respecto a temas que nos preocupan mucho. Y para que nuestro prójimo esté dispuesto a escuchar lo que compartimos y tal vez participar en una discusión más profunda de esos temas y nuestros diferentes puntos de vista.

Estoy agradecida por un ejemplo simple en mi propia experiencia. Siempre he pensado que tiene sentido esterilizar a los gatos, así que cuando un gato macho que pensé que podría ser callejero comenzó a frecuentar mi patio, esperaba castrarlo. No obstante, primero, en caso de que no fuera callejero, publiqué fotos de él por el vecindario. Me sentí aliviada al recibir una llamada de su dueño, pero consternada al saber que esta persona no tenía intención de castrar al gato, llamado Jack. 

La oración debería haber sido mi primer recurso, pero no pude superar la farisaica indignación que sentía. Mis sentimientos hacia Jack se enternecieron rápidamente, pero no hacia su dueño; hasta que una noche recibí otra llamada del mismo hombre. Jack había desaparecido. Prometí estar atenta a cualquier señal de él y oré para saber que estaba bajo el cuidado de Dios y en un ambiente cálido, a salvo y amado. Y comencé a superar la etiqueta de “dueño irresponsable de mascotas” para ver a este hombre como un hijo de Dios que, con el humilde deseo de encontrar una querida mascota, me había llamado a pesar de nuestra última conversación. Mi pensamiento se estaba abriendo un poco para ver el concepto divino de él.

Una semana después, Jack estaba de vuelta en mi patio y noté una herida en su  cara. Con una visión más clara acerca de mi vecino como alguien que se preocupaba por su gato, le envié un mensaje de texto. Recogió a Jack, le trataron la herida e hizo que lo castraran. Aunque mis esfuerzos humanos por persuadir a través de la lógica habían fracasado, el Amor divino había suavizado mi indignación y me había demostrado que Dios realmente tenía el control. Y lo que comenzó como una relación algo tensa se ha vuelto amistosa. ¡Ahora he conocido a toda la familia de Jack!

Aunque este fue un problema bastante menor, me ha dado la confianza para dejar que Dios también guíe mis interacciones políticas. A veces podemos pensar que conocemos a alguien por el automóvil que conduce, el letrero político en su jardín, sus publicaciones en las redes sociales o incluso la forma en que cuida a su mascota. Sin embargo, estas instantáneas ofrecen una perspectiva muy limitada y, a menos que hayamos vislumbrado la semejanza divina en su carácter, realmente no los conocemos en absoluto. Les debemos a ellos, así como a nosotros mismos y al mundo, mirar lo suficiente como para vislumbrar la imagen de Dios. Puede ser solo el comienzo de la renuncia a nuestro concepto humano de ellos y el encuentro del divino, como Eddy nos pide que hagamos. Y eso es hacer mucho.

Las opiniones fuertes sobre cualquier tema, ya sea la tenencia responsable de mascotas o la política u otra cosa, pueden hacer que queramos ocuparnos de las personas en lugar de confiarlas a Dios, mientras que lo que necesitamos es ocuparnos de nuestros propios pensamientos. Al hacerlo, encontramos que nuestras comunicaciones con los demás están guiadas por el amor y la sabiduría y expresan aprecio y respeto mutuos. Y tenemos el privilegio de dar testimonio del control armonioso de Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.