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Original Web

Curación de bronquiolitis

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 27 de octubre de 2025

Publicado originalmente en portugués


Para las vacaciones de Pascua de 2019, nuestra familia viajó a la costa del estado de São Paulo, en Brasil, para descansar un poco de nuestra rutina laboral. 

¡Fue un viaje perfecto! Todas las noches estudiábamos la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, tal como lo hacemos cuando estamos en casa.

Cuando publicamos una foto en las redes sociales, una amiga nos envió un mensaje diciéndonos que tuviéramos cuidado con una enfermedad llamada bronquiolitis, que, según dijo, estaba circulando. Inmediatamente comencé a reconocer que Dios protege a todos Sus hijos. Oré con algunas citas de la Lección de esa semana y otros pasajes de la Biblia. Este en particular realmente me llamó la atención: “Nada les hará daño” (Lucas 10:19, NTV).

Resultó ser muy útil haber fomentado estas ideas en mi pensamiento ya que, un sábado, unas dos semanas después, cuando estábamos de regreso en casa, nuestro hijo menor empezó a sentirse enfermo. Comencé a orar, reconociendo que él, como hijo de Dios, solo podía expresar perfección, porque era la imagen y semejanza misma de Dios, el Espíritu, en quien no hay imperfección. 

El lunes, como no mostró ninguna mejoría, mi esposa decidió ir a un pediatra. A nuestro hijo le diagnosticaron bronquiolitis. Pero el médico no le recetó ningún medicamento y dijo que no había tratamiento para esto. Nos explicó que debíamos ir al hospital el miércoles de esa semana, cuando la enfermedad alcanzara su punto máximo.

Cuando salimos del consultorio del médico, mi esposa comenzó a llorar. En ese momento, le dije: “Hay un tratamiento: el tratamiento de la Ciencia Cristiana”. A pesar del diagnóstico, y aunque apreciamos la bondad del pediatra, sabíamos que Dios es el único médico verdadero, el “gran Médico” (véase Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 151), quien mantenía a nuestro hijo a salvo, inocente, puro y libre.

Mientras tratábamos a nuestro hijo a través de la Ciencia Cristiana, continuamos teniendo claramente en el pensamiento que era un hijo de Dios: perfecto, espiritual y sano. También reconocimos que, como tal, solo podía ser la imagen y semejanza de lo que es Dios, el bien, y que su naturaleza siempre había consistido plenamente en reflejar a Dios, el Amor. 

La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Todo lo bueno o digno, lo hizo Dios. Lo que carece de valor o es nocivo, Él no lo hizo, —de ahí su irrealidad—” (pág. 525). Mi esposa y yo seguimos orando con convicción, confiando en estas ideas.

El versículo bíblico “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él” (Salmo 118:24, NTV) fue muy útil para nosotros. Nos permitió reconocer que Dios crea cada día. Basándonos en esta verdad espiritual, pudimos rechazar la idea de que la enfermedad alcanzaría su punto máximo ese miércoles. Razonamos que, en cambio, ese día —y todos los días— nosotros y nuestro hijo solo podíamos estar en la cúspide de la alegría espiritual: una cualidad que es innata en el Alma, Dios, y que cada uno de nosotros refleja continuamente.

Nuestro pensamiento se sosegó y calmó con estas vislumbres espirituales que procedían de la Mente divina, Dios. Para el miércoles, los síntomas habían desaparecido por completo. Nuestro hijo estaba, y sigue estando, bien.

Estamos inmensamente agradecidos a Dios por la Ciencia Cristiana y por esta y tantas otras curaciones que hemos experimentado.

Douglas Figueiredo
Hagen, Alemania

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