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En conformidad con Dios, no con la mitología

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 13 de marzo de 2025


Tanto la historia antigua como la moderna han demostrado lo que finalmente sucede con los conceptos ampliamente creídos pero erróneos. Los hechos absolutos los erosionan lentamente hasta que finalmente se desmoronan. 

En la antigua Grecia, por ejemplo, se pensaba que el Monte Olimpo estaba habitado por dioses con nombres como Zeus, Atenea y Apolo. Supongamos, solo por gusto, que de alguna manera pudieras viajar en el tiempo a la antigua Atenas. Imagínate hablar con personas allí que creían que estos dioses no solo eran reales, sino que realmente gobernaban los eventos diarios. Si trataras de explicarles que los dioses eran solo mitos, probablemente te ridiculizarían, o algo peor.

Y luego, ¿qué pasaría si fueras tan lejos como para introducir el concepto de que Dios es un solo Espíritu divino? Probablemente obtendrías un argumento como este: “¡Los dioses del Olimpo deben existir! Todos mis amigos hablan de ellos cada día. Veo estatuas de ellos por todas partes. ¡Tanta gente no puede estar equivocada! ¿Por qué debería creer lo que dices cuando todas las personas que conozco piensan de manera tan diferente a ti?”.

La presión para ajustarse a la forma en que otras personas contemplaban el mundo definitivamente sería fuerte. Cualquiera que haya crecido en la antigua Atenas, incluso si conoce las perspectivas de otras culturas, sin duda se sentiría tentado a creer en uno o dos dioses griegos. No es que él o ella necesariamente tomaría la decisión formal de creer en mitos; es solo que la sugestión mental de que son reales siempre estaría ahí. 

Consideremos ahora nuestra época actual. ¿Existen ejemplos modernos de mitología? A la luz de cómo la sociedad actual nos percibe a todos, he aquí una sorprendente declaración de la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy: “La mortalidad del hombre es un mito, pues el hombre es inmortal” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 545-546).

Esta declaración es tan polémica para muchos habitantes del mundo actual como lo habría sido para los antiguos atenienses la declaración de que los dioses griegos son mitos. ¿El hombre es inmortal? ¿No es ir demasiado lejos? Claro, la Biblia dice: “Dios es Espíritu” (Juan 4:24) y “Creó Dios al hombre a su imagen” (Génesis 1:27). Pero esas declaraciones se hicieron hace mucho tiempo. ¿Cada uno de nosotros como imagen de Dios, por lo tanto, completamente espiritual, sin ni siquiera una sola molécula de materia? Entonces, ¿qué es la gente en realidad? ¿Mitos?

El hombre es cualquier cosa menos un mito, si bien, una mitología moderna ha crecido en torno a las creencias de nuestra cultura acerca de la naturaleza del hombre. No obstante, incluso si estamos convencidos de que el hombre está compuesto de materia, finalmente la humanidad descubrirá que no somos tan semejantes a la materia como semejantes a Dios. Dios, el Espíritu, expresa cualidades divinas en el hombre, por lo que el hombre es espiritual, no material. La Ciencia Cristiana revela que así como Dios está libre de la dimensión física el 100 por ciento del tiempo, el hombre, por ser Su imagen, también siempre está libre de lo físico. “La filosofía humana ha hecho a Dios semejante al hombre. La Ciencia Cristiana hace al hombre semejante a Dios”, explica Ciencia y Salud (pág. 269).

Nos desviamos del camino cuando recurrimos a los cinco sentidos físicos para aprender acerca de nuestra naturaleza. En lugar de mirar lo que parece ser una creación material y defectuosa, podemos volvernos a Dios en oración y discernir que la verdadera creación es realmente espiritual y perfecta, tal como lo es el creador.

¿Te ayudará la sociedad a liberarte de la creencia generalizada e imponente en el mito de que existimos minuto a minuto como mortales? No es probable. Así como los antiguos griegos estaban convencidos de la existencia de los dioses en el Olimpo, la gente de hoy está muy convencida de que la existencia del hombre comienza en el polvo, continúa en una línea de tiempo y luego termina en el polvo. No solo se cree que esta combinación de materia y tiempo es auténtica, sino que en realidad se piensa que gobierna y es fatal para el hombre. 

Entonces, ¿por qué debería alguien creer lo que Jesús dijo hace dos mil años —o lo que la Ciencia Cristiana dice hoy— acerca de la presencia intacta de Dios y el hombre espirituales y perfectos, cuando la mayoría de los miles de millones de personas en el planeta creen lo contrario? Porque la Ciencia del Cristianismo es demostrable. Lo que la separa de las leyendas y el folklore es que cuando comprendemos a Dios como Jesús lo entendió —como nuestro Padre amoroso que cuida infaliblemente de Su creación— podemos sanar. El cristianismo científico aparta al mundo de los mitos y lo lleva hacia la percepción de los hechos espirituales. Esta revista está llena de ejemplos de personas sanadas y animadas cuando aprendieron la verdad acerca de la identidad espiritual y eterna del hombre.

En algún momento de la historia, la humanidad se maravillará de cuán extendido estaba este mito de la mortalidad. La gente lo mirará de la misma manera que ahora miramos a los mitos griegos y romanos. Ciencia y Salud declara: “Tal como la mitología de la Roma pagana ha cedido a una idea más espiritual acerca de la Deidad, así cederán nuestras teorías materiales a las ideas espirituales, hasta que lo finito dé lugar a lo infinito, la enfermedad a la salud, el pecado a la santidad, y el reino de Dios venga ‘como en el cielo, así también en la tierra’” (pág. 339).

San Pablo habló de la presión social para ajustarse a las formas actuales de pensamiento, incluso cuando se basan en la ficción en lugar de la realidad. Él escribió a los romanos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Ese consejo seguramente tenía sentido hace siglos, y tiene tanto sentido ahora. Permitir que el pensamiento esté en conformidad con Dios es una oración contestada. ¿Por qué? Porque hacer esto desmiente mitos y revela la realidad. Disipa las representaciones mitológicas de un hombre defectuoso. No importa cuánta gente crea en los mitos, siguen siendo completamente irreales. Y no tenemos que temer a lo irreal. No tenemos que repararlo. No tenemos que luchar contra ello. Simplemente destruimos la creencia en ello reconociendo lo real. Eso es lo que significa “no os conforméis a este siglo”.

Resistir la presión social y volverse a la verdad requiere un compromiso. Ciencia y Salud dice: “Obedecer el mandato de las escrituras: ‘Salid de en medio de ellos, y apartaos’, es incurrir en el desagrado de la sociedad; pero este desagrado, más que las lisonjas, lo capacita a uno para ser cristiano” (pág. 238). A veces, Jesús se iba por su cuenta y pasaba tiempo en comunión con Dios. Era un momento privado e inspirador. Animó a sus seguidores a hacer lo mismo (véase Mateo 6:6).

Si bien, tal vez no podamos apartar varios días para estar en comunión con Dios, ciertamente podemos pasar hermosos momentos escuchando y bebiendo en la verdad de Dios y Su creación perfecta. Nos ayudará a resistir esa presión social inconsciente. Cuando el mundo, a través del ridículo o de creencias arraigadas en mitos, trata de prohibir que aceptemos las verdades del Dios perfecto y de la creación espiritual perfecta, podemos permitir que nuestro amor por Dios nos fortalezca.

Podemos dejar que nuestro amor por el bien infinito, Dios, simplemente brille en la consciencia hasta que la duda se evapore y estemos completamente seguros de que Dios es omnipotente. Completamente seguros de que todo es la Mente divina y su manifestación. Completamente seguros de que bajo la ley de Dios todas las cosas cooperan para bien. Completamente seguros de que la perfección espiritual es la única condición del hombre. No es de extrañar que David orara: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días” (Salmos 23:6, LBLA).

“Necesitamos el espíritu de San Pablo, cuando de pie en medio del Areópago, introdujo el cristianismo en Europa por vez primera”, observó la Sra. Eddy (Escritos Misceláneos 1883-1896, págs. 344-345). En Atenas, Pablo estaba en minoría, pero tenía razón y lo sabía. La era actual de la historia del mundo tiene muchos paralelismos con aquellos tiempos antiguos. Está alerta para no ajustarte a los conceptos ampliamente creídos pero erróneos de la realidad de nuestro mundo.

En algún momento, todos se volverán exclusivamente a Dios en busca de inspiración y verdad. Los mitos generalizados que nos describen a todos como mortales débiles se derretirán, y sabremos y sentiremos que cada uno de nosotros es la manifestación de Dios, por lo tanto, perfectamente espiritual. A pesar de las presiones sociales, podemos liderar el camino, al avanzar con la oración, momento a momento, un pensamiento a la vez en conformidad con Dios.

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