Un sábado a la mañana en 2021, mi esposo salió de casa para buscar nuestro auto en un garaje a una cuadra de distancia. Poco después, me avisó que nos lo habían robado. Fui hasta el lugar para encontrarme con mi esposo, y la policía nos mostró una grabación en vídeo de dos personas robando nuestro coche.
Al principio estaba desesperada, pero de inmediato me acordé de una entrevista que había escuchado en la edición radial del Heraldo. Se trataba de un hombre en los Estados Unidos cuyo automóvil había sido robado en la calle y cómo había orado por la situación. Empecé a trabajar con la idea de que, en realidad, un auto expresa una idea espiritual. Como se afirma en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, “La metafísica resuelve las cosas en pensamientos y cambia los objetos de los sentidos por las ideas del Alma” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 269).
Pensé en los conceptos de comodidad y de movimiento. Un coche es algo útil que brinda servicios. Ya fuera que mis ojos lo vieran o no, sabía que Dios, Mente era omnisciente —todo lo sabe—, y que todas las ideas estaban incluidas en Él. Para mi Padre, Dios, el auto continuaba estando tal como había sido creado, como una idea. Me quedé con ese pensamiento y también fui inspirada a incluir a las personas que robaron el auto en mis oraciones, afirmando su inocencia como hijos de Dios. Había visto en el vídeo cómo se habían llevado mi coche, pero me negué a dejarme impresionar. Afirmé que a esas personas no les faltaba nada ni podían tener pensamientos falsos que los indujeran a cometer un delito. Me sentí confiada y en paz. Sabía que el coche estaba en buenas manos, y que todos estábamos en las manos de Dios, a salvo en la Mente divina.