Por ser contadora de profesión, y por lo tanto, mucho más cómoda con el procesamiento de números que con escribir letras, me ha resultado fácil encontrar excusas para evitar escribir para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana.
Sin embargo, se me hizo difícil ignorar los insistentes pensamientos de que al menos debería intentar escribir para estas revistas. Después de todo, brindan un espacio para que los Científicos Cristianos compartan sus curaciones y perspectivas espirituales de la Ciencia Cristiana con el propósito de ayudar a los numerosos lectores a quienes llegan estas publicaciones periódicas. En varias ocasiones, se me ocurrió que escribir no era una cuestión de elección personal, sino más bien de deber y amor desinteresado por Dios y por mi prójimo. Estos pensamientos me llevaron a buscar lo que la fundadora de estas revistas, Mary Baker Eddy, dijo realmente sobre escribir para ellas.
Al hablar de los estudiantes de la Ciencia Cristiana, nuestra Guía escribe: “Ellos debieran subscribirse a nuestra revista, trabajar por ella, escribir para ella y leerla” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 271). Y en las páginas 155 y 156 del mismo libro, ella dice: “Si mis propios alumnos no disponen de tiempo para escribir a Dios —cuando se dirijan a mí, podré enviarle esas cartas a Él como nuestro Padre común, por intermedio del The Christian Science Journal, cumpliendo así con la obligación moral que tienen de proporcionar algún material de lectura para el órgano de nuestra religión. Pienso que si meditaran sobre la misión universal que el Amor divino nos ha confiado en favor de la sufriente raza humana, contribuirían con más frecuencia a las páginas de este veloz vehículo del pensamiento científico; porque llega a manos de gran número de sinceros lectores, y de buscadores de la Verdad”.