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Escribir con alegría para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 10 de abril de 2025


Por ser contadora de profesión, y por lo tanto, mucho más cómoda con el procesamiento de números que con escribir letras, me ha resultado fácil encontrar excusas para evitar escribir para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana.

Sin embargo, se me hizo difícil ignorar los insistentes pensamientos de que al menos debería intentar escribir para estas revistas. Después de todo, brindan un espacio para que los Científicos Cristianos compartan sus curaciones y perspectivas espirituales de la Ciencia Cristiana con el propósito de ayudar a los numerosos lectores a quienes llegan estas publicaciones periódicas. En varias ocasiones, se me ocurrió que escribir no era una cuestión de elección personal, sino más bien de deber y amor desinteresado por Dios y por mi prójimo. Estos pensamientos me llevaron a buscar lo que la fundadora de estas revistas, Mary Baker Eddy, dijo realmente sobre escribir para ellas. 

Al hablar de los estudiantes de la Ciencia Cristiana, nuestra Guía escribe: “Ellos debieran subscribirse a nuestra revista, trabajar por ella, escribir para ella y leerla” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 271). Y en las páginas 155 y 156 del mismo libro, ella dice: “Si mis propios alumnos no disponen de tiempo para escribir a Dios —cuando se dirijan a mí, podré enviarle esas cartas a Él como nuestro Padre común, por intermedio del The Christian Science Journal, cumpliendo así con la obligación moral que tienen de proporcionar algún material de lectura para el órgano de nuestra religión. Pienso que si meditaran sobre la misión universal que el Amor divino nos ha confiado en favor de la sufriente raza humana, contribuirían con más frecuencia a las páginas de este veloz vehículo del pensamiento científico; porque llega a manos de gran número de sinceros lectores, y de buscadores de la Verdad”. 

Las palabras obligación moral, carga universal y debería, combinadas con escribir para, me llevaron a la conclusión inevitable de que realmente debía enviar artículos o testimonios a La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana.

Entonces, ¿cómo podría manejar las sugestiones agresivas de que nunca me gustó escribir y que no tenía talento para ello? Para ser sincera, durante algunos períodos de mi vida lo evité siempre que pude. Además, me había encontrado con personas que habían enviado artículos y se habían dado por vencidos después de que no fueron aceptados.

Cuando trabajé en un artículo, me encontré con personas que estaban agradecidas de escuchar las ideas que contenía, ya que enfrentaban desafíos similares.

Aquí es donde intervinieron dos ideas, o mensajes angelicales de Dios: El primer mensaje fue buscar en la página 385 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, donde Mary Baker Eddy escribe: “Sea cual fuere tu deber, lo puedes hacer sin hacerte daño”. Esta idea espiritual me armó con una nueva actitud de “puedo hacerlo”, y supe con plena seguridad que, al seguir la dirección de Dios, podría cumplir con éxito mi obligación de escribir para las publicaciones periódicas. 

El segundo mensaje llegó a través de la Biblia, donde Moisés dice: “Nunca he sido hombre de fácil palabra”, y Dios responde: “Ahora, pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”. (Éxodo 4:10, 12). Este intercambio me dio una guía muy clara sobre de dónde proviene la capacidad de escribir y hablar: pude ver que la buena escritura no tiene nada que ver con el talento humano personal, la capacitación o la experiencia, sino que se trata únicamente de quitar de en medio el sentido personal de nosotros mismos, y escuchar activamente y seguir humildemente la guía de Dios.

También descubrí que era importante ser receptivo a los comentarios de los redactores y otros lectores. La crítica constructiva no siempre es fácil de aceptar cuando uno ha escrito un artículo mediante la oración y la inspiración y siente que está completo. Sin embargo, estaba alerta para estar atenta a la justificación propia y para tratar de entender cualquier comentario con mansedumbre y oración, y llevar cada uno de ellos a Dios para que me guiara sobre cómo responder. En muchos casos, pude apreciar de inmediato el razonamiento detrás de los comentarios y aceptar fácilmente las correcciones. En algunas ocasiones, me sentí impulsada a agregar información adicional, lo que fortaleció la relevancia y el valor sanador de lo que estaba escrito.

Además, había que manejar la pretensión de que con un trabajo exigente de tiempo completo, administrar un hogar y participar en la iglesia y en otras actividades benéficas, no había suficiente tiempo para escribir. El elogio de Mary Baker Eddy a los “trabajadores establecidos y ... sistemáticos” (Retrospección e Introspección, pág. 87), me llevó a dedicar un período específico durante cada semana a esta labor. ¡Defender este intervalo de tiempo de otras actividades o trabajos requería una vigorosa persistencia! Y este enfoque prevaleció. 

A veces se me ocurría la idea de que debía esperar hasta que la curación estuviera completa antes de sentarme a escribir. Sin embargo, aprendí que escribir las ideas que resultaban de mis oraciones ayudaba a aclararlas y contribuía en gran medida a mi curación. Al orar por las palabras correctas para expresar las ideas, podía sentir el poder sanador derivado de Dios detrás de ellas. Además, cuando hacía mi trabajo o las actividades del hogar, aprendí a estar alerta a las nuevas ideas adicionales y a anotarlas de inmediato en mi teléfono o en un cuaderno para facilitar la referencia futura. 

El mayor altruismo y disciplina que provenía de escribir con regularidad para las publicaciones periódicas me llevó naturalmente a aceptar sin miedo y con alegría otras tareas, como dar charlas en un campamento de la Ciencia Cristiana para jóvenes y para miembros de la iglesia local. En varias ocasiones, cuando trabajaba y oraba por un artículo, me encontré con personas que estaban agradecidas de escuchar las ideas del artículo, ya que enfrentaban desafíos similares. Una vez, me dijeron que después de orar con las ideas de mi artículo, alguien recibió gran ayuda para encontrar un trabajo. 

Hoy, estoy feliz de ser parte de la gran compañía de aquellos cuyas colaboraciones han sido publicadas en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, y me siento bendecida por esta nueva aventura de aprender y crecer, amar y compartir.

De plus, j’ai dû rejeter la prétention selon laquelle un emploi à temps plein exigeant, la tenue d’un foyer et mon engagement à l’église et dans d’autres activités caritatives ne me laissaient guère de temps pour écrire. L’éloge que fait Mary Baker Eddy des « travailleurs systématiques et régulièrement établis » (Rétrospection et Introspection, p. 87) m’a amenée à consacrer un moment particulier à ce travail, chaque semaine. La préservation de ce créneau horaire face à d’autres activités ou d’autres tâches a nécessité de ma part de la persévérance et de la détermination ! Et cette attitude a prévalu.

Parfois, l’idée me venait d’attendre une guérison complète avant de me mettre à écrire. Cependant, j’ai remarqué que le fait d’écrire les idées inspirées par mes prières m’aidait à les clarifier et contribuait beaucoup à la guérison. En priant pour exprimer les idées avec des mots justes, je ressentais le pouvoir de guérison venant de Dieu sur lequel ils reposaient. D’autre part, lorsque je travaille ou que je m’affaire à la maison, j’ai appris à être à l’affût d’idées nouvelles et à les noter aussitôt dans mon téléphone ou dans un carnet pour pouvoir les retrouver facilement plus tard.

Le désintéressement et la discipline que j’ai développées en écrivant régulièrement pour les périodiques m’ont naturellement conduite à accepter sans crainte et avec joie d’autres missions, telles que des causeries dans un camp de la Science Chrétienne pour les jeunes ou pour les membres d’églises filiales. A plusieurs reprises, alors que je travaillais à l’écriture d’un article dans un esprit de prière, j’ai rencontré des personnes qui étaient reconnaissantes d’entendre les idées que j’y développais, car elles faisaient face à des défis similaires. Une fois, on m’a rapporté qu’une personne avait prié avec les idées exposées dans mon article et que cela l’avait beaucoup aidée à trouver un emploi.

Aujourd’hui, je suis heureuse de faire partie de la grande famille de ceux qui ont été publiés dans les périodiques de la Science Chrétienne, et je me sens bénie par cette nouvelle aventure qui est une source d’enrichissement, de progrès, d’amour et de partage.

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