Un maestro entusiasta de la Escuela Dominical a veces se convierte en un superintendente reacio. A la distancia, las responsabilidades administrativas pueden parecer un pobre intercambio por el desafío y la recompensa de enseñar, claro está, hasta que las alegrías especiales, las oportunidades y la perspectiva tan única de la actividad de la iglesia que brinda el puesto son reveladas al nuevo superintendente. En una carta al Superintendente y a los Maestros de la Escuela Dominical de La Iglesia Madre, nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribió: “Es una alegría saber que aquellos que son fieles en cuanto a las responsabilidades fundamentales, tales como la educación cristiana de los queridos niños, cosecharán la recompensa de la integridad, ascenderán en la escala del ser, y cumplirán por último la promesa de su Maestro: ‘Y serán todos enseñados por Dios’” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 230)
El trabajo de la Escuela Dominical es, en efecto, fundamental para el sólido desarrollo de cada joven Científico Cristiano, para la expansión del movimiento de la Ciencia Cristiana en todo el mundo, y para el trabajo de la iglesia filial. Es parte integral del sistema educativo de la Ciencia Cristiana, gobernado y protegido por el Manual de La Iglesia Madre escrito por la Sra. Eddy. La vitalidad de cada iglesia filial, su capacidad para bendecir al vecindario al que sirve, está directamente relacionada con la fortaleza y la prosperidad de su Escuela Dominical.
El trabajo de nuestra Guía como Fundadora de la Ciencia Cristiana adquiere una dimensión adicional a medida que comienza a aparecer la integridad y la naturaleza autoperpetuante del sistema educativo de la Iglesia de Cristo, Científico. Porque, ¿qué hace que una escuela tenga éxito? Seguramente los resultados que produce en la vida de sus alumnos. ¿Cómo logra estos resultados? A través de qué y cómo se enseña a los alumnos; mediante el calibre y el ejemplo de los maestros, su actitud hacia sus alumnos.