“Cuando las cosas van tan bien, es inevitable que suceda algo malo”.
¿Has escuchado, o incluso pensado, algo así antes? Sugiere que hay una ley no escrita que dice: cuando todo va bien en la vida, el mal tiene que equilibrarla. Vale la pena replantearse esa perspectiva. Aún mejor, ¡vale la pena orar por ello!
Podemos empezar por preguntarnos dónde encajaría el poder de Dios en esa visión de la vida. ¿Comparte Dios el espacio con el mal? Un concepto fundamental en la Ciencia Cristiana es que Dios es el bien espiritual, y es sólo bueno. Dios no tiene opuesto, por lo que se deduce que Su bondad no tiene opuesto. Es reconfortante vislumbrar al orar que, en cada rincón de la existencia y en cada rincón del pensamiento, Dios, incluida la pura bondad de Dios, está presente, es la única presencia. En realidad, no existe absolutamente nada que reaccione negativamente ante Dios.
Una experiencia que tuvo Jesús ilustra esto vívidamente: La Biblia describe uno de los momentos de inspiración más maravillosos de Jesús cuando llevó a tres discípulos —Pedro, Santiago y Juan— a una montaña alta. Jesús “se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. … y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:2, 5).
Ese momento debe de haber sido increíble para Jesús. ¡Estar tan inspirado que literalmente resplandeció intensamente de esa manera! ¿A continuación siguió el mal? No, solo más bien. Después de que los cuatro bajaron de la montaña, Jesús sanó a un niño de epilepsia.
Hoy, podemos seguir los pasos de Jesús y siempre esperar y recibir con agrado la venida de un bien adicional en nuestras vidas. Es natural hacerlo, ya que cada uno de nosotros es una expresión individual de Dios. Así como hizo Jesús, somos capaces de abrazar la verdad de que solo Dios está actuando y con autoridad. Al orar, vemos que simplemente no estamos obligados a estar de acuerdo con la creencia común de que hay un poder adicional que se opone a la autoridad de Dios, imponiendo problemas y sufrimiento.
Dejemos que la creencia en cualquier oponente insidioso a Dios, el bien, se desvanezca, como resultado de nuestra falta de creencia en ella. Solo hay una única presencia ante la cual inclinarse, y esa es la presencia eterna de Dios.
La Ciencia Cristiana enseña que Dios es la única causa, y Él está causando el bien únicamente. La oración basada en estos hechos es una oración esclarecedora; es una oración que disipa con eficacia el temor. La fundadora del Monitor, Mary Baker Eddy, explica en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras que “la causalidad espiritual es la única cuestión a considerar, pues más que ninguna otra, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano” (pág. 170).
A veces, cuando estoy orando, pregunto: “Dios, si el mal no tiene vida, no tiene personalidad y no es Tu creación, ¿puedes ayudarme a entender mejor por qué no necesito creer en él y temerlo?”. Recuerdo que una vez oré por unas llagas que me salían con frecuencia en la boca. En lugar de preguntarle a Dios qué causaba mi sufrimiento, Le pedí que me indicara la dirección que debían tomar mis oraciones. Fui guiado a permitir que solo la conciencia de la bondad de Dios creciera en mis pensamientos. A medida que el poder de Dios, el bien, impregnaba mi perspectiva, me liberé permanentemente de esas llagas.
¿Qué pasó a continuación? ¿Algún tipo de maldad? No, lo que siguió inmediatamente después fue una curación aún más significativa —la curación de la visión borrosa— algo por lo que hacía un tiempo que estaba orando.
La bondad de Dios continúa sin pausa. Y eso no es porque hayamos hecho algo para llegar a ser dignos de ello, sino porque siempre somos dignos de las bendiciones de Dios. ¡Nuestra existencia misma como hijos de Dios es totalmente para la gloria de Dios!
Podemos tener la certeza de que no hay presencia alguna que pueda tener la capacidad de causar daño. La Biblia declara: “Yo soy Dios, y no hay otro” (Isaías 46:9). Así que podemos estar agradecidos por que, en toda la creación de Dios, la continuidad de la bondad de Dios es inevitable.
Publicado originalmente en la columna Christian Science Perspective de The Christian Science Monitor, 1.° de julio de 2024.