Hace seis años, un acontecimiento muy especial en mi vida me hizo pensar más profundamente en el tema de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Este evento fue el nacimiento de nuestra primera hija.
Por supuesto, ya había pensado en este tema y lo había hablado con mi esposa y amigos, pero al considerar a nuestra hija y su posición en el mundo, el tema adquirió una dimensión completamente nueva. Había muchas preguntas en mi mente, entre ellas: “¿Enfrentará desventajas nuestra hija? ¿Hay esperanza de que la femineidad sea considerada y evaluada desde una perspectiva diferente y más ventajosa en el futuro?”. Me dediqué a estudiar la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, a fin de comprender mejor este tema. Estas son algunas de las vislumbres espirituales que obtuve al orar por la igualdad de derechos.
Al comenzar con la historia de la creación en la Biblia, leemos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. … Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:27, 31). La perfección del hombre y de la mujer se expresa en estos pasajes; ambos son creados a la semejanza de Dios. Para mí, es esta perfección la que indica claramente la igualdad. La perfección espiritual no permite ningún defecto o déficit, inferioridad o desigualdad.
Además, en su Sermón del Monte, Cristo Jesús aconseja a sus discípulos, lo cual nos incluye a cada uno de nosotros, acerca de la Regla de Oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). Esto establece aún más la base de la igualdad. Jesús no discriminó entre los sexos, sino que reconoció la igualdad de mujeres y hombres. Leemos, por ejemplo, que habla con una mujer samaritana en un pozo, rompiendo los códigos sociales aceptados de la época. Al seguir el ejemplo de Jesús y la Regla de Oro que nos dio, podemos ver a los demás como Dios los ve.
En Ciencia y Salud, un libro que abre las Escrituras, la Sra. Eddy describe a Dios como Padre-Madre. Escribe: “El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan para siempre, en cualidad glorificada, al infinito Padre-Madre Dios” (pág. 516). Como hijos de nuestro único Padre-Madre Dios, las mujeres y los hombres están en pie de igualdad. Una aparente falta de igualdad es un concepto erróneo creado por el hombre, sin autoridad divina. Es maravilloso ver que en la ley divina prevalece naturalmente la igualdad de derechos.
A finales del siglo XIX, la mayoría de las mujeres en los Estados Unidos y en muchos países del mundo no tenían derecho al voto, y eran excluidas de muchas oportunidades profesionales e incluso de estudiar en la mayoría de las universidades. Estas barreras dificultaban que las mujeres llevaran una vida independiente. La Sra. Eddy escribe sobre esto en Ciencia y Salud: “La ley civil establece diferencias muy injustas entre los derechos de los dos sexos. La Ciencia Cristiana no proporciona precedente alguno para tal injusticia y la civilización la mitiga en cierta medida” (pág. 63). A pesar de las circunstancias adversas, ella demostró la ley divina y se convirtió en autora, dirigió una editorial y fundó una iglesia, entre otros logros.
Ahora, más de cien años después, se han hecho progresos maravillosos en lo que respecta a la igualdad de derechos, y la igualdad se demuestra cada vez más. En muchas partes del mundo, la situación jurídica de la mujer ha cambiado radicalmente, y le permite el derecho a votar y a estudiar, por ejemplo. Para mí, esto da la prueba de que Dios, el Amor divino, supera la injusticia y saca a la luz la verdad.
Sin duda, todavía hay desigualdades de género en todo el mundo que deben abordarse. Para contribuir a hacerlo, me he dado cuenta de que primero puedo reconocer que las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos ahora, y no solo en el futuro, porque Dios nos ha creado a todos iguales. Puedo demostrar esto más en mi propia vida al apreciar y vivir las cualidades femeninas y masculinas de la misma forma. Todos nosotros, seamos hombres o mujeres, incluimos cualidades de fortaleza y valor, amor y compasión, y este equilibrio nos resulta muy útil. La Sra. Eddy escribe: “La unión de las cualidades masculinas y femeninas constituye la compleción. La mente masculina alcanza un tono más elevado por medio de ciertos elementos de la femenina, mientras que la mente femenina gana valor y fuerza por medio de las cualidades masculinas. Estos diferentes elementos se conjuntan naturalmente los unos con los otros y su armonía verdadera está en la unidad espiritual” (Ciencia y Salud, pág. 57). La perfección espiritual prevalece en cada uno de nosotros a medida que aceptamos la verdadera plenitud de la unidad de las cualidades masculinas y femeninas.
Es reconfortante y útil comprender más claramente que, bajo la ley divina, la igualdad se puede practicar aquí y ahora; y para mí, esto es un apoyo para el futuro de mi hija. Espero descubrir cada vez más sobre esto.