Un día de verano, apareció una marmota joven en nuestra propiedad. Mientras la miraba, tuve la sensación de que necesitaba atención y mi corazón se compadeció de ella. Cuando se acercó, pude ver que seis púas de puercoespín sobresalían de su costado y su mandíbula.
A través de mi estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido que podemos orar para ver la realidad espiritual de una situación y dejar que Dios, el único Espíritu y Alma infinitos, inspire nuestra perspectiva sobre lo que vemos a nuestro alrededor. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La metafísica resuelve las cosas en pensamientos y cambia los objetos de los sentidos por las ideas del Alma” (pág. 269).
Al abrir mi corazón a Dios para saber qué hacer para ayudar, me vino a la mente esta poderosa práctica espiritual de resolver las cosas en pensamientos. Recordé lugares en los escritos de Eddy donde se refiere a las cualidades espirituales que simbolizan las criaturas. Por ejemplo, refiriéndose al ganado, dice: “En la transmisión figurativa del pensamiento divino al humano, la diligencia, la prontitud y la perseverancia son comparadas con ‘el ganado sobre mil colinas’. Portan el bagaje de la firme resolución, y llevan el paso con los más elevados propósitos” (Ciencia y Salud, pág. 514). Más adelante agrega: “La paciencia es simbolizada por el gusano incansable, arrastrándose sobre elevadas cumbres, perseverando en su intento” (pág. 515).
Así que me pregunté: “¿Qué cualidades podría simbolizar una marmota?”. Lo que me vino fue esperanza, renacimiento e intuición. Me sentí inspirado a pensar más profundamente en estas cualidades.
Al día siguiente, volví a ver a la marmota y las púas de puercoespín clavadas en ella y me pregunté: “¿Qué podría simbolizar un puercoespín?”. Esta vez se desarrollaron algunas respuestas más amplias sobre todas las criaturas, y pude ver las cualidades de inocencia y pureza tanto en el puercoespín como en la marmota. De hecho, cuanto más apreciaba estos pensamientos, más reconocía estas cualidades expresadas no solo en la naturaleza, sino también en las personas y las actividades. Se podría decir que estaba despertando a la constante presencia de estas cualidades espirituales en mí y en el mundo.
Como me encantaron estos conceptos espirituales, me sentí impulsado a hacerme amigo de la marmota, aunque tenía cierta aprensión al tratar con un animal salvaje. Como había estado abrazando activamente esas hermosas cualidades espirituales representadas por la marmota y otros, incluso por mí, sabía que la realidad era que no podíamos hacernos daño unos a otros. Cualquier preocupación se evaporó como la niebla de la mañana con el amanecer, y una sensación espiritual de libertad me llevó al siguiente paso. Me arrastré por el suelo hacia la marmota con trozos de manzana en mis manos. Pronto estaba tomando la manzana, sentándose sobre sus patas traseras y comiendo junto a mí.
Más tarde, mi esposa localizó nuestros alicates de punta fina y me puse guantes de lona gruesos y jeans. Abrimos la puerta para salir y, para nuestra sorpresa, encontramos a la marmota sentada en el escalón delantero. Retrocedimos a nuestro hall de entrada para no asustarla, y esa dulce criatura cruzó el umbral y entró. Le ofrecí un par de rodajas de manzana, se me acercó y comenzó a comer una, como si estuviera diciendo: “Está bien, aquí estoy. Estoy lista”.
Mi esposa quitó suavemente cada púa mientras yo sostenía a la marmota; luego la ayudé a salir por la puerta y le dije en voz baja: “Theo”, sí, le habíamos puesto nombre, “¿quieres más manzana?”. Se volvió hacia mí y, acercándose una vez más, tomó el trozo de manzana de mi mano, se lo comió y luego se escabulló. Pasamos un verano maravilloso viendo crecer y prosperar a nuestra nueva amiga.
Los versos de un amado himno centrado en la verdadera naturaleza del hombre fueron mis compañeros durante esta experiencia, porque me di cuenta de que me daban una forma de pensar sobre toda la creación:
Verdad, Amor y Vida son
el molde celestial,
y el hombre es nítida creación
de forma divinal.
(Mary Alice Dayton, Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 51)
Estoy agradecido por la receptividad a Dios —la Vida, la Verdad y el Amor— que me capacitó y me permitió ver más allá del aspecto físico de la marmota y ser espectador de su “forma divinal”. Y las bendiciones de esta experiencia continuaron desarrollándose a medida que consideraba más profundamente lo que había sucedido.
Razoné que, si Dios es la causa de todo ser y la sustancia de toda vida es Dios, el Espíritu, entonces, ¿no son todas las expresiones de Dios puramente espirituales? En mi vida había tenido muchas bendiciones al cambiar una percepción de los objetos como materiales por una comprensión de su sustancia real como ideas espirituales. Sin embargo, como si hubiera dado un giro, ahora estaba tratando de experimentar más profundamente las “ideas del Alma” como la sustancia pura y espiritual de todo. Había podido ayudar a la marmota porque había reconocido las cualidades espirituales que representaba, y podía llevar adelante esta lección en mi práctica diaria.
A medida que aceptaba silenciosamente el sagrado deseo de aprender más, me sentí invitado a profundizar aún más, a alcanzar una visión de la existencia más propia del Cristo. Recordé la declaración de Cristo Jesús: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Esto me inspiró a dejar de intentar ver el Espíritu en la materia y a abrir mi corazón a una forma inspirada por el Alma de contemplar la evidencia de la bondad y la presencia constante de Dios en las experiencias e interacciones cotidianas.
Un día, se produjo un cambio significativo en mi forma de pensar. Al volverme hacia el Amor divino y abandonar mis esfuerzos humanos, pude sentir que estaba comenzando a dejar de lado un falso sentido de un “yo” que estaba tratando de poner espiritualidad en mi pensamiento. En cambio, cedí silenciosamente a mi unidad innata con Dios con un corazón humilde y abierto. Se podría decir que pasé de una percepción de un yo separado que obtiene una visión más elevada de la creación de Dios a tener consciencia de ser uno con la realidad espiritual. Esto trajo un sentimiento de algo sagrado, de luz y alegría, independientemente de lo que sucediera a mi alrededor. Era la consciencia de la presencia y permanencia del Amor y el Alma. La totalidad de Dios se estaba desenvolviendo en mi pensamiento. Me sentí profundamente cambiado.
Desde ese momento, mi percepción de la realidad espiritual continúa volviéndose más clara a medida que cedo a mi Madre-Padre Dios y abro mi corazón a lo que Ella está revelando. De hecho, al igual que en mi experiencia con la marmota, sé que lo que sea que esté sucediendo en mi vida es otra invitación más a profundizar para experimentar a Dios y Su creación y contemplar “la forma divinal” al alcance de la mano.
