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“La voz interior”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 22 de septiembre de 2025


Hay una voz interior que nos guía, anima, consuela, instruye, ilumina y fortalece, y todos somos capaces de oírla. Está con nosotros todo el tiempo. Está ahí mientras planificamos nuestro día. Está ahí cuando se toman decisiones. Está ahí en los momentos de inactividad o en los momentos de mayor actividad. Muchos afirmarían que esta voz es la nuestra; lo que llamamos nuestra conciencia o intuición. Pero ¿dónde se origina realmente esta voz y cómo sabemos seguirla? ¿Procede de un cerebro material o de una mente personal —cualquiera de los cuales estaría limitado en capacidad y percepción— o proviene de una fuente superior e infalible? Estas son preguntas críticas para cada uno de nosotros, porque las respuestas dan forma a nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás e influyen en cada una de nuestras decisiones y acciones.

En la Biblia dice: “Porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:6, LBLA). Esto indicaría que todo pensamiento correcto emana del Espíritu, Dios —del Dios omnisciente, la única Mente infinita— en lugar de una mente humana. La Ciencia Cristiana enseña que, como expresión o idea de Dios,  somos el beneficiario de Su sabiduría; en verdad, no podemos tener otros pensamientos que los Suyos, y reconocemos que provienen de Dios porque son buenos, y solo buenos. La comprensión de la fuente espiritual de todo pensamiento y  entendimiento reales nos permite reconocer que la voz interior es la voz de Dios y  aceptar que la fuente de los mensajes que nos guían es la Verdad y el Amor.

La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que fueron guiados hacia la seguridad y liberados de la esclavitud del pecado, la enfermedad e incluso la muerte al prestar atención a la voz de Dios. Los profetas del Antiguo Testamento, Moisés, Jacob y Elías la escucharon. Cuando Moisés dudó de su capacidad para cumplir la misión que Dios le había dado, Dios preparó su pensamiento para hacer la obra mediante una demostración concluyente de la supremacía de la Mente divina (véase Éxodo 4:1-8). 

Mary Baker Eddy escribe sobre esta experiencia en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Dios había mitigado el temor de Moisés con esta prueba en la Ciencia divina, y la voz interior vino a ser para él la voz de Dios, que dijo: ‘Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera’” (pág. 321). El hecho de que Moisés aceptara la verdadera naturaleza de la voz interior lo acercó más a Dios y le permitió seguir fielmente Sus instrucciones.

El ejemplo más elevado de alguien que escuchó y obedeció la voz divina es Cristo Jesús. Como Hijo de Dios, era inseparable del Cristo, “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. 332). La comunión constante de Jesús con su Padre celestial le permitió demostrar su control sobre la materia y sanar a los enfermos.

Hoy, como en todas las épocas, podemos ver evidencia de la actividad del Cristo en la experiencia humana, que nos protege del daño, nos libera de las limitaciones y enfermedades, resuelve problemas polémicos e introduce nuevas formas de pensar y actuar. Aquellos que están dispuestos a oír la voz de Dios escuchan el mensaje divino y experimentan estas bendiciones.

Hace muchos años, tuve una experiencia que me demostró la capacidad innata que todos tenemos para escuchar a Dios y los efectos prácticos de seguir Su guía. Esto ocurrió cuando era adolescente y estaba en casa de vuelta de la universidad durante las vacaciones de verano. Una fuerte lluvia había caído en un día caluroso y húmedo. Me puse un traje de baño y salí a esa lluvia fría. Era deliciosamente refrescante. Pero después de unos minutos, algo me dijo que debía entrar de inmediato. No fue una sugerencia sutil, sino una orden inequívoca. Recibí el mensaje y corrí hacia la casa. Cuando abrí la puerta del porche, un rayo cayó sobre el árbol junto al cual había estado parado, arrancando la corteza del tronco hasta el suelo. Pero yo estaba a salvo. Para mí, esto fue una indicación definitiva de que Dios está con nosotros todo el tiempo, hablándonos siempre.

Aunque pueda parecer que otras voces ahogan la voz de la Verdad y su inspiración divina, Dios habla con infinito poder y autoridad y se escucha por encima del temor y la duda. El Cristo despierta paciente y persistentemente el pensamiento a la presencia eterna de Dios. La necesidad de ceder a este impulso divino hace que escuchar, oír y seguir la voz interior de la Verdad sea esencial para nuestro progreso. 

A medida que hagamos esto, encontraremos cada vez más evidencia del poder del Espíritu en nuestra vida diaria. La Sra. Eddy nos hace entender este punto cuando dice: “Vivir de tal manera que la consciencia humana se mantenga en constante relación con lo divino, lo espiritual y lo eterno, es individualizar el poder infinito; y esto es la Ciencia Cristiana” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 160).

Mantener “la consciencia humana… en constante relación con lo divino” es una meta alcanzable, porque Dios proporciona la inspiración y la capacidad para lograrlo. Este debería ser nuestro principal esfuerzo en la vida, ya que incluye recompensas transformadoras: eleva el pensamiento por encima de las limitaciones del sentido físico y proporciona una base segura para la salud y el progreso.

Mientras nos esforzamos diariamente por escuchar la voz de Dios, es alentador recordar estas palabras del apóstol Pablo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2, KJV). La renovación de nuestra mente implica hacer el cambio fundamental de apartarse de la creencia de que el cerebro es la base de la actividad mental hasta llegar a la comprensión espiritual de que la Mente incorpórea y divina es la única Mente. 

Cuando se produce este cambio, la voz interior se ve cada vez menos como nuestro propio pensamiento y reflexión, y se entiende cada vez más como la voz guía del Amor divino, que nos lleva a “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Todos nosotros, sin excepción, hemos sido dotados de la capacidad plena e inalienable de escuchar el mensaje del Amor y recibir su bendición.

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