Mientras caminaba por el desierto, obtuve una nueva perspectiva sobre la Pascua y la resurrección.
Una forma de ver la Pascua y la resurrección de Jesús es desde un aspecto de pérdida y ganancia. La crucifixión de Jesús fue una pérdida terrible para sus discípulos y otros seguidores, pero su posterior resurrección y ascensión significaron que los discípulos obtuvieron una nueva comprensión del Cristo. Esta comprensión los apartó de depender de una persona y los llevó a la percepción de la verdad del ser: que la vida es espiritual y eterna y que en ningún momento está determinada por la carne.
Los discípulos fueron más capaces de superar toda clase de problemas, como lo demuestran sus obras sanadoras relatadas en el libro “Hechos de los Apóstoles”. La creencia material en Jesús como el libertador había dado paso a la comprensión del hecho de que el eterno libertador, el Cristo, está siempre presente para redimir y sanar.
En la Ciencia Cristiana, se entiende que el Cristo es la idea espiritual de Dios que Jesús representaba. Y me gusta mucho cómo la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, define la resurrección en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de la inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material cediendo ante la comprensión espiritual” (pág. 593).
Para mí, esta definición explica la resurrección como una experiencia interior. No está ligada a un lugar, tiempo o persona. Cuando partimos de esta definición, todos podemos experimentar un tipo de resurrección —la espiritualización del pensamiento— y ver el efecto sanador de esto en nuestras vidas.
Cristo Jesús enseñó la inmortalidad de la existencia. Mostró que hay un efecto liberador y emancipador cuando la creencia material se rinde ante la comprensión espiritual. Un resultado de esto es la libertad y el dominio sobre los estados físicos desordenados.
¿Es esto posible (al menos hasta cierto punto) para nosotros hoy? Déjame responderte contándote la siguiente experiencia. El otoño pasado, hice senderismo por el desierto del Sahara marroquí. Diez alemanes (incluyéndome a mí), diez nómadas, diez camellos, diez días. Sin celulares, sin baños, sin tiendas de campaña (dormimos en colchonetas en la arena bajo las estrellas). Atardeceres como en un cuento de hadas, fogatas, tormentas de arena. Alrededor de 35 grados Celsius (95 grados Fahrenheit) durante el día, 8 grados Celsius (46 grados Fahrenheit) por la noche. Unas seis horas de caminata diarias.
No fueron unas vacaciones de lujo, pero me encantaron. Una palabra describe mejor lo que sentí: ¡Libertad!
No obstante, un día, mi sistema gastrointestinal enloqueció por completo. Cuatro miembros del grupo estaban a punto de abandonar el desierto de todos modos, y yo podría haberme ido con ellos. Luché con esta decisión. Tenía muchas ganas de quedarme, pero ¿era eso prudente? Me sentía sola y no podía comunicarme fácilmente con nadie para que orara por mí. Me amenazaban el miedo y la duda. Sí, estaba en una situación física extrema, pero este estado mental era aún peor. Estaba muy triste. ¿Cómo podía perderse la maravillosa libertad que había sentido en los últimos días?
¡Pero espera! La conexión con la sabiduría y las respuestas no depende de la intensidad de la señal del teléfono celular ni de la presencia de otra persona ni de un cambio de ubicación.
Me senté debajo de un arbusto para estar a solas con Dios y orar. Mi oración era sencilla y propia de un niño. Me quedé muy callada. Mi corazón y mi anhelo estaban dirigidos hacia Dios. Me di cuenta de que el miedo se disolvía paso a paso, y entonces me liberé por completo de él. No solo sentí libertad, sino también soberanía. Comprendí mejor que una condición del cuerpo es incapaz de impedirme vivir en libertad. Sentí un dominio que no tenía nada que ver con el poder humano, sino con una comprensión espiritual más elevada. Para mí, fue una especie de resurrección, un despertar a la verdad de la existencia; a los hechos espirituales acerca de mí como la imagen y semejanza de Dios, tal como el hecho de que la salud y la seguridad nos pertenecen perpetuamente a todos, incluyéndome a mí.
Mi cuerpo volvió a estar completamente sano. Pero mucho más importante para mí fue la expansiva sensación de libertad que había ganado y que me ha acompañado desde entonces. Cuando regresé a casa con este nuevo dominio en mi equipaje mental, pude resolver allí los problemas que me habían agobiado a mí y a otros antes de mi viaje.
De modo que, si bien al principio parecía que perdería algo muy preciado a causa de la enfermedad, algo completamente diferente había sucedido. Obtuve una vislumbre que me mostró más de mi dominio innato, me sanó y ahora me permite demostrar la salud y la alegría que Dios me da más plenamente cada día.
Ciencia y Salud declara: “Por todo lo que los discípulos experimentaron, se volvieron más espirituales y comprendieron mejor lo que el Maestro había enseñado. Su resurrección fue también la resurrección de ellos. Los ayudó a elevarse a sí mismos y a otros del embotamiento espiritual y de la creencia ciega en Dios a la percepción de posibilidades infinitas. Necesitaban esta vivificación, pues pronto su querido Maestro se elevaría de nuevo en el reino espiritual de la realidad y ascendería mucho más allá de lo que ellos podían percibir” (pág. 34).
Entonces, ¿qué puede significar esto para nosotros hoy? Si el cristianismo se basara solo en las obras de una persona que simplemente estuvo aquí en algún momento en el tiempo, sería una adoración a esa persona. Sería finito. Pero con su resurrección y ascensión, Jesús demostró que se puede superar el concepto de finitud. Esto brinda una percepción que conduce a algo mucho más grande que adorar a una persona o conmemorar un suceso histórico. Los discípulos de Jesús fueron tocados, transformados y empoderados por esta percepción, y nosotros podemos serlo hoy.
Cuando veo que las enseñanzas, los hechos y la resurrección de Jesús se basan en el Principio divino universal de todo ser, me da esperanza, la esperanza de que cada persona puede ser movida a dejar que la creencia de que la existencia es material ceda ante la comprensión de que la vida es espiritual y eterna. De esta manera, cada uno de nosotros puede contribuir a hacer del mundo un lugar mejor.