En realidad, no tenían muchas opciones. Podían saltar de un acantilado y arriesgarse a perder la vida o ser capturados o asesinados por la pandilla que los había acorralado. Sabiendo que no tenían nada que perder, dieron el salto imposible, cayeron en un río y siguieron vivos.
Esta era una escena de la película Butch Cassidy and the Sundance Kid, un relato ficticio de las experiencias de dos notorios forajidos del oeste estadounidense a finales de los 1800. En la película, el salto desesperado de la pareja fue una medida de la determinación que tenían para evitar ser capturados a toda costa, lo que ilustra el tipo de actitud en la que muchas personas piensan cuando escuchan a alguien decir que “no tienen nada que perder”.
Pero hay otra forma de pensar en no tener nada que perder que no tiene nada que ver con la pérdida o el riesgo. Y es un estado de pensamiento que todos querríamos adquirir si entendiéramos sus eternas bendiciones. Se basa en el hecho de que todo lo que necesitamos está siempre disponible para cada uno de nosotros en la abundancia inagotable de Dios.